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Holanda v Italia Eurocopa 2000. La osadía de Francesco.

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Francesco Totti. Eurocopa 2000.



"Nietzsche mató a Dios, Foucault al hombre, Barthés al autor, ahora resulta que el fútbol, para no ser menos, ha decidido asesinar al error."





En el fútbol no te puedes equivocar, si lo haces la prensa llenará de falacias los periódicos en contra tuya, tus hinchas te difamarán y tus amigos se burlarán. Éso poco le importó a Totti aquella tarde.
"Mo je faccio er cucchiaio", dijo Totti. Y a Paolo Maldini capitán italiano le sonó tan raro como a cualquier otro. Luego, cuando el tótem milanista tradujo mentalmente del romanesco al italiano, la cosa le sonó aún más extraña. En aquellas circunstancias, lo último que podía uno esperarse era que el Dios romano Francesco estuviese pensando en anotar un gol de penal pasándolo por encima del arquero holandés Edwin Vand der Sar el cual tiene una estatura no menor de 1.98 cm.
Era el 29 de junio de 2000 y la semifinal Italia-Holanda de la Eurocopa acababa de terminar en empate. Se jugaba en Holanda y los italianos, encerrados en el círculo central, hablaban de quién tiraba los penaltis. Di Biagio fue el primero en reconocer su nerviosismo.
-"Francesco, yo tengo miedo", dijo Di Biagio. Y Francesco Totti, en su romanesco cerrado:
 -"A quién se lo dices. ¿Has visto lo grande que es aquél?", resopló, señalando al portero Van der Saar. Di Biagio: -"Pues sí que me animas". Entonces llegó la frase inmortal: "Nun te preoccupá, mo je faccio er cucchiaio". O sea, "no te preocupes, yo le hago la cuchara". En el fútbol la jugada "cuchara", "sombrerito" o "globito" es la misma, consiste en realizar un disparo suave y elegante curvilíneo que pasa por delante del portero o varios jugadores para anotar el gol. 
El gran jefe Maldini oía la conversación cuando reaccionó a las palabras de Totti , se dirigió con gran alarma hacia Francesco. "¿Pero estás loco? Estamos en una semifinal del Europeo vez que grande es su portero". Pero Totti ya tenía la idea clavada en el entrecejo: "Sí, sí, le hago la cuchara".
Cuando le tocó lanzar a Totti, caminó hacia el punto de lanzamiento, miró a aquel portero holandés tan grande, se aproximó al cuero y lo acarició en el vientre. El balón partió en cámara lenta, como un globo de feria, hacia el centro del marco. Van der Saar, en cámara rápida, se había lanzado ya hacia un costado. Y el penalti entró como un suspiro, dulce, desmayado, con la miel de un beso y el ritmo preciso de un buen baile.
Francesco y toda la Azurra se salió con la suya, eliminaron al local Holanda de su propia Eurocopa, clasificaron a la final y su Dios Romano quedó en la historia como un valiente que nunca le temió al error. !Genio Francesco!




Bordeaux V AC Milan. 1996. Liberté, Fraternité, Zidane.

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Zinedine Zidane, sus inicios en el Bordeaux de Francia. 



Víktor : - ¿Sabes que le regaló Napoleón a Josefina cuando conquistó 
Baviera? 
Amelia:  -No. (casi en llanto) -No lo sé, dímelo.
Víktor: - No te lo diré, te lo mostraré. (Le lleva donde la fuente de agua que está cubierta por un plástico, de abajo sale una luz intensa)
Amelia: -Por favor (Se han acercado y se ve más claramente la fuente de agua tapada)
Víktor:  -Siéntate por favor  (La descubre) (En el centro hay una ponente luz 
blanca) -Ese es el regalo de Napoleón a Josefina. Las mil fuentes. 
Amelia: -¿La has hecho para mí? 
Víktor: - Por favor siéntate, no te mojes (Abre el grifo para que salga el agua pero no sale nada) -No funciona. -Chorro. Chorro. Mucho agua hacia el techo debe salir. (La replica de la fuente que hizo Viktor de Napoleon para Amelia, no funciona.)
Amelia: -Dime la verdad, ¿te has escapado de un manicomio? ¿Eres un 
criminal? (Amelia huye)
Viktor Navorski (Tom Hanks) y Amelia (Catherine Jones) En "La terminal" Dirigida por Steven Spielberg.

Por: Edwin Medina.


Afortunadamente todo se confabuló esa noche para que viera aquella película. Debo reconocer que no soy  seguidor de las historias de Spielberg. Pero al enterarme que éste filme estaba basado en un hecho real, me enganche de principio a fin con esta maravillosa crónica perfectamente contada. 
Y es que, si se nombra una y otra vez el nombre de Napoleón no puedo evitar quedarme a escuchar, ver y oír lo que de él se dice. Algo me sucede desde hace ya mucho tiempo con el país galo, siempre me he encantado por su arquitectura, su cultura, su historia y sus personajes tales como: Juana, Manu Chao, Victor Hugo, Montesquieu, Rousseau, Voltaire y sobretodo el gran Albert Spaggiari, El Gran Ladrón de Niza.
Pero hubo un personaje distinto a todos, él, al igual que sus compatriotas famosos, se ganó el respeto de toda Francia. Él y diez más, hizo que todos los galos se reunieran en el Arco del Triunfo para festejar el orgullo de ser franceses, y lo más épico, no necesitó de grandes armas, ni de una gran oratoria para generar idolatría por parte de sus coterráneos, simplemente tuvo como arma un balón de fútbol, sólo éso le bastó para ser el francés más amado de la última década. Por supuesto me refiero a Zinedine Zidane.

El día que el mundo conoció a Zidane.

Era la semifinal de la copa UEFA de 1996, el poderoso AC Milan de Italia era el favorito para pasar a la final, su rival era un desconocido Bordeaux de Francia, por el cual nadie daba un peso, nadie creía que vencerían al equipo de Fabio Capello. Antes del encuentro un periódico parisino tituló: "Tengan piedad."  suplicándole a los jugadores "rossoneri" que no fueran a llenar de goles a los jóvenes franceses.
El partido comienza, el ritmo es eléctrico, la grada empuja a los jugadores locales del Bordeaux, que no tienen nada que perder.
En el minuto 14 el lateral del Bordeaux Lizarazu recibe el balón, borra al zaguero italiano Costacurta y anota el primer gol para los franceses. Todos para uno. David vence a Goliath, pero aún queda mucho tiempo de batalla. Los franceses depositan toda su confianza en su joya, su numero siete, Zinedine Zidane no para de pedir la pelota, va y viene, baila con ella, hace "globitos" "taquitos" la pisa, con elegancia la hace rodar por el césped del estadio Jacques Delmas. 
Así entre aplausos y admiración para Zinedine, termina la primera parte con triunfo del Bordeaux.
La segunda mitad comienza con el mismo derroche de talento por parte de Zidane. 
En el minuto 64 tras una falta en el lado izquierdo de la meta del Milan, Zidane se dispone a cobrar un tiro libre, lo patea, el balón con algo de suerte termina en los pies de Dugarri el cual  toma la pelota y anota otro tanto, para que así delire la grada del estadio.
A pesar de los intentos del delantero George Weah y de sus compañeros milanistas, el club italiano termina derrotado, goleado y humillado por primera vez en la temporada.
Al finalizar el encuentro en la rueda de prensa el técnico del AC Milan les preguntó a los periodistas quién era aquel joven que llevaba el numero siete. -"Me recordó a Baggio en sus mejores momentos."  Dijo Capello, y luego añadió: "Lo quiero ya en mi equipo, fuera de Italia no había visto nada igual."
Dos años después Zidane llevó a la selección de Francia a coronarse campeona del mundial de fútbol 1998, todos los galos festejaron, al igual que lo hicieron cuando Napoleón conquistó Baviera.




La vida con Omar.

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Omar Sebastián Pérez.



“Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota.
Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación.
La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.
-¿Doce?¡Quince tiene! ¡Veinte!
La pelota ríe, radiante, en el aire. Él la baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán.

"El ídolo"- Fragmento tomado del libro: “El fútbol a sol y sombra”  de Eduardo Galeano.

Por: Edwin Medina.

15 de julio de 2012, fue un final de película, al mejor estilo de La Dolce Vita de Fellini o La Terminal de Spielberg.
Él se arrodilló, miró al cielo y agradeció. Yo desde la curva norte del estadio El Campin, levanté mis brazos lo miré y le agradecí. Juntos gritamos. ¡Campeón!
Omar Sebastián Pérez.
Un hombre que nació para ser eterno ídolo de Independiente Santa Fe. La vida con él es un éxtasis total de alegría e ilusión.
Cabeza rapada, alto, sutil, elegante, letal, inteligente, guerrero. Parece un personaje salido de la mente de David Jaffe.
Cuando llegó a Independiente Santa Fe conocía poco de él. Ya había sido campeón con el DIM y Atlético Junior. En su país Argentina jugó en Banfield y Boca Juniors. En el equipo rojo de Bogotá formó por varios años un fantástico medio campo, no importaba quién estuviera a su lado, él lo hacía jugar bien. Y lo mejor, Omar siempre trató el balón como se debe tratar a la mujer que se ama, con respeto, sutileza, elegancia, pasión, cariño.
Su botín derecho y el balón eran amantes, se entendían a la perfección, como Buñuel con el Martini, Miguel Hernández con la pluma o De Niro con la Cámara.
Todos los hinchas cardenales tenemos tatuado en la memoria sus precisos pases, sus goles, su cabeza rapada desplazándose por el medio campo, sus enganches, sus lujos. Cada fanático de Santa Fe tiene un recuerdo distinto de Omar. Pero todos coincidimos en que se jugó un gran partido  la noche del 15 de Julio. Aquel día Santa Fe jugaba la final del fútbol colombiano. El equipo de Bogotá buscaba ganar un título después de 37 años, si, 37 años.
En el epílogo del encuentro, el partido se encontraba sin goles, Omar Pérez desde casi la mitad de la cancha cobra un tiro libre, le envía un riso letal a su compañero Copete, el cual se eleva, golpea el balón y éste besa suavemente la red. ¡Goool!
Queda poco tiempo, me levanto, me siento, canto, grito, salto, lloro, me abrazo con mis compañeros, los empujo, les grito, no soy el único, las tribunas del estadio El Campin parecen un psiquiátrico. Los últimos minutos fueron los más esquizofrénicos de la historia del club. Pero él sigue como lo fue siempre, tranquilo, sereno y lucido. Un crack. El 10 iba y venía con el balón bajo la suela, nos daba tranquilidad a todos. Llegó el final el árbitro pitó, histórico e histérico, Santa Fe campeón, la alegría más grande de mi vida. A Omar  y a diez más les debemos la gloria. Un gracias no alcanza. ¿Le hacemos una estatua como los hinchas de Racing a Merlo? Yo pondría la primera piedra.



Argelia V Egipto. 2009. Del césped a la barricada.

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Jugadores de Argelia celebrando el gol del triunfo.



“Los nadie: los hijos de los nadie, los dueños de nada.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.”


“Los nadie” de Eduardo Galeano.

Por: Edwin Medina.



Para la FIFA al igual que para el gobierno o la iglesia supuestamente todos somos iguales, es una forma eufemística de mantener el estado de cosas en su lugar. La igualdad como la democracia y la solidaridad han sido palabras prostituidas por los líderes de opinión para llevar a cabo todos sus planes. Desde su fundación en mayo de 1904 la FIFA dividió internamente el mundo del fútbol en dos; Los mediáticos y los nadie. Los primeros son aquellos que mueven el mundo del marketing y los segundos son los que se colaron en fiesta a base de sudor y lucha. 
 Así fue como un consentido de la FIFA en África como Egipto, el cual era el mejor equipo africano de aquel tiempo, ya que venía de ganar la Copa Africana de naciones, se enfrentó a los Argelinos buscando un cupo para el mundial Sudáfrica 2010.
Egipcios y argelinos debían enfrentarse a un solo partido en campo neutro, ya que en la fase de grupos estas dos selecciones habían terminado con los mismos puntos, misma diferencia de gol, mismos goles marcados de local y visitante.
El partido se disputaría en Sudan, más de 15.000 policías fueron movilizados para el partido, las embajadas, las escuelas y oficinas no abrieron sus puertas al público el día del partido, sabían que una gigantesca horda de hinchas se aproximaba. Dos días antes del partido hinchas radicales argelinos apedrearon el bus que trasportaba a los jugadores egipcios, lo que generó aún más odio entre países, jugadores e hinchas. 

La batalla se disputó en un clima tenso y enardecido. Así lo entendieron los jugadores, apenas dos minutos de juego y el defensor argelino Nadir Belhadj realizó una patada espeluznante, pero el árbitro no quería problemas tan pronto y arregló todo con una amarilla. Dos minutos después el argelino Meghni y el egipcio Assan repartieron puños entre si, nuevamente el juez no vio nada. Y así fue el trámite del encuentro. Antes de finalizar el primer tiempo el defensa Yahia anota un gran gol para los argelinos desatando la euforia de unos y la ira de otros.

Un solitario gol argelino sentenció la batalla en el césped, pero era solo el comienzo de lo que afuera del estadio pasaría. La porteria argelina aguantó el cero hasta el final de la batalla, lo "Faraones" terminaron eliminados. Los enardecidos hinchas egipcios no soportaron la humillación a base de un equipo chico, hasta el presidente de aquel entonces Mubarak pidió que se repitiera el encuentro con la excusa de que los jugadores egipcios habían recibido demasiado maltrato previo al partido. Ya no había vuelta atrás los nadie vencieron a un todopoderoso de áfrica.  La selección de Egipto eliminada, sus políticos humillados, y sus hinchas a cubrir las heridas. Los Argelinos también sufrieron la ira de los hinchas egipcios antes y después del partido, pero de éso poco habló la prensa, el bus que trasportaba a los argelinos también fue victima de atentados, mucho más graves, pero la FIFA decidió mirar para otro lado a la hora de las sanciones. El gobierno egipcio decidió retirar su embajada de suelo argelino, en París la embajada argelina fue atacada por radicales  y el aeropuerto de Sudan fue un cuadrilátero para hinchas de los dos equipos. Esta lucha se repetirá cada vez que argelinos y egipcios se encuentren en un campo de fútbol, para recordar aquel día que
los nadie, si, los nadie, aquellos que cuestan menos que la bala que los mata dejaron sin copa a unos viejos amigos del poder.
Disturbios a las afueras de la embajada argelina en París.




Juventus Vs Atalanta. 2012. El fútbol sin Del Piero.

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Alessandro Del Piero.



- "Cuando muera, mis amigos quizás escriban en mi tumba: "Aquí yace un soñador", y mis enemigos: "Aquí yace un loco". Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: "Aquí yace un cobarde y un traidor a sus ideas."
Ricardo Flores Magón (1873- 1922)

Por : Edwin Medina.

El rock no fue el mismo cuando los Guns And Roses tocaron su último acorde. En ningún concierto de rock del mundo hasta hoy en día se ha visto una banda con el autentico espíritu de rock que éstos destilaban, sus integrantes fueron encarcelados en varias ocasiones, su actitud violenta, siempre sucios y peligrosos, auténticos, difíciles de imitar. El mundo se pregunta por qué hace varios años no surge una banda joven con espíritu autodestructivo, destinada a romper moldes y reinar más allá de lo que pretende la industria cultural. 

La NBA no fue igual desde el 14 de junio de 1998. Karl Malone falló su lanzamiento de tres puntos, la “chicharra” sonó y Michael Jordan corrió alegre a celebrar su sexto triunfo con su escudero Scottie Pippen y su tatuado amigo Dennis Rodman. Era el último juego de la final de la NBA entre los Chicago Bull y Los Utah Jazz, el fenómeno Jordan jugaba su último partido y se marchó como siempre lo fue, como un ganador, idolatrado no sólo por la ciudad de Chicago, si no por todo un país.
Desde aquella noche, el baloncesto estadounidense no fue el mismo, sobre todo para los toros de Chicago, desde entonces no parar de recibir derrotas y humillaciones en los coliseos, ni el espíritu de Jordan ha podido salvarlos de su cruel destino de vivir a cuestas con el fantasma del mejor jugador que han visto los fanáticos al baloncesto.

Pero nada se compara con la eterna soledad que sufre el deporte de “las narices chatas”…. Cuando Muhammad Alí  golpeó a Foreman nada fue igual. Fue su última batalla y el ring  no ha tenido otro guerrero igual. El boxeo extraña el corazón lleno de  furia de Alí, el esclavo que se trasformaba en rey cuando se ponía los guantes, se convirtió en el verdadero Black Power de su época, estuvo al mismo nivel que el mismo Marthin Luther King, Malcon X o los Panteras Negras. Su voz fuera del ring nunca fue acallada,  ésta golpeaba más fuerte que sus puños. -“Soy America. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí, Alí es mi nombre, no el de ustedes; Mi religión, no la de ustedes”. Dijo Alí al retirarse de un restaurante, en el cual no le permitieron la entrada por no traer corbata.  Era todo lo contrario del americano modelo impuesto por Elvis Presley. 
Muchos políticos hicieron lo posible para que no fuera campeón del mundo, pero no lo lograron, Alí fue y será la leyenda más grande del boxeo, será por siempre el campeón del pueblo, el que siempre se negó a ser una marioneta de los blancos.

El fútbol no es ajeno  a decirle adiós  a sus mejores intérpretes, uno de ellos se fue en este 2012. Ya no veremos goles de tacon en derbys, su lengua por fuera después de anotar sus bellos goles en Turín, Bari o Milano. Ni una bella ovación de pie en el Bernabéu, Él, Ronaldinho y Maradona, lo únicos aplaudidos con otra camiseta en el estadio blanco.

En mi opinión no existe un equipo de fútbol con un mejor nombre que el de “Juventus” (“Juventud” en griego)  Y ni hablar de su sobrenombre, el cual también es muy llamativo: “La Vecchia Signora” (La vieja señora) y si  le añadimos el apodo de su máximo goleador de toda su historia e ídolo Alessandro Del Piero “Pinturicchio” (Sobrenombre en analogía al pintor italiano Bernandito di Betto.) Tiene que salir una bella historia de fútbol. 
Alessandro Del Piero fue mi primer ídolo futbolístico, cuando era niño no paraba de imitarlo, vestía como él, celebraba los goles igual y por supuesto me volví tifosi de la Juventus. Con el equipo de Turín ganó seis Ligas Italiana, una Liga 2, o Liga B, una Copa de Italia, cuatro Supercopas, una Champions League, una Supercopa de Europa, una Copa Intercontinental y una Copa Mundial de la FIFA 2006, con la Selección Italiana. 
Pero todo cambió para los hinchas italianos cuando Del Piero se fue del fútbol Elite aquella tarde del 20 de mayo de 2012 contra el Atalanta. La Juventus ya era campeona de Italia, sólo faltaba despedir a su máximo ídolo, antes del encuentro a Del Piero se le veía nervioso, como si fuera su partido debut, “Pinturicchio” marcó un gol, la celebración fue más dolorosa que alegre, por lo menos así lo expresaba su rostro, luego, fue relevado finalizando el encuentro que se encontraba 3 a 1 con victoria de “La Vecchia Signora” Alessandro no fue al banco, si no que decidió dar la vuelta olímpica solo, los hinchas dejaron de ver el partido, todas las miradas estaban puestas en él, con lagrimas en los ojos tanto del ídolo como de los tifosis “bianconeri” se fue para siempre, difícilmente habrá un jugador sobre el césped con su clase y su carisma, pero su recuerdo siempre estará presente no solamente en los “Drughi” (Ultras de la Juventus) si no también en la de todos los amantes del fútbol. 
Pero como bien lo dijo Del Piero cuando se creía que iba a jugar en otro equipo cuando la Juve bajó a la Serie B. –“Un caballero nunca abandona a una vieja señora”.


Atletico Madrid V Chelsea. 2012. Radamel, el poeta de Pasolini.

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Radamel Falcao, celebrando su tercer gol en la Supercopa 2012.


“En el fútbol hay un momento exclusivamente poético: el gol. Cada gol es siempre una invención, una perturbación del código. El gol es ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente, como la palabra poética”. 
Pier Paolo Pasolini (1922-1975)


Radamel Falcao lo deslumbraría porque es capaz de volcar prosa y poesía sobre el césped; dos características que él, hace cuarenta años, pensaba antagónicas e irreconciliables. Es una pena que no haya vivido para ver cómo Maradona hacía realidad la utopía del gol imposible y mil veces soñado, eludiendo rivales desde la mitad de la cancha hasta el arco. Hoy vería a Messi como el mayor poeta de su tiempo y a Cristiano Ronaldo, como un gran “poeta realista”.
Pero vuelvo a Falcao. Porque sus tres goles, los tiros en los palos, todo lo que hizo durante los primeros 45 minutos en el Louis II de Mónaco por la final de la Supercopa de Europa contra el Chelsea, fue una obra maestra. Como las suyas.
Pier Paolo Pasolini fue poeta, escritor, ensayista, director de cine. Un artista que como exigía Artaud en su Carta a los Poderes vivía para “atacar al Espíritu Público”. Un genio que amaba al fútbol; como el arquero Camus o Heidegger, que sólo abandonaba su casa de la Selva Negra para sentarse frente al viejo Telefunken de un vecino y ver a Beckenbauer.
Umberto Eco aún lo detesta y Borges ironizaba con desdén cada vez que se refería a esa “desdichada invención de los ingleses”. No era el caso de Pasolini. Que decidió escribir un ensayito sobre fútbol para el diario Il Giorno a seis meses de la humillante derrota italiana en la final del Mundial de México 1970 frente al Brasil de los cinco 10: Jair, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho.
Necesitaba una explicación para semejante catástrofe deportiva. Y allí desarrolló su teoría de un fútbol dividido en dos universos opuestos. Uno, con un lenguaje fundamentalmente prosístico; el otro, como expresión poética. “Quiero aclarar que entre la prosa y la poesía no hago una distinción de valor; la mía es una distinción puramente técnica”, advertía, antes de dejar bien en claro cual prefería.
“¿Quiénes son los mejores gambeteadores y goleadores del mundo? Los brasileños. Su fútbol es un fútbol de poesía donde todo se basa en la gambeta y el gol. Un esquema de improvisación constante que en Europa suele ser repudiada en nombre de la ‘prosa colectiva’–, donde el gol lo puede hacer cualquiera y desde cualquier posición.”
Pasolini describía un fútbol de fronteras cerradas; lejos de la globalización y la inclusión extranjera que más tarde enriquecería el juego con su mezcla de razas y estilos: “El catenaccio y la triangulación es un fútbol de prosa basado en la sintaxis, en el juego colectivo, organizado. Es decir, en la ejecución razonada del código. Su instante poético es el contraataque donde quizá surja el toque individual, la gambeta, el pase inspirado, el gol. El estilo europeo se sustenta en el sistema. El gol se encomienda a la definición de un ‘poeta realista’, como Gigi Riva, pero deriva de una organización de juego colectivo basada en una serie de pases geométricos. (…) En México, queda claro, la prosa estetizante italiana ha sido vencida por la poesía brasileña”.
Pasolini no dudaba: la poesía era el patrimonio del sur, como sus “poetas malditos”, herederos de Garrincha. Hoy vería a Rooney, Van Persie o Di Natale como poetas realistas, y a Xavi, Schweinsteiger o Pirlo, como prosistas talentosos. Pero ya liberados de la “contaminación” de la pureza. Porque, por desgracia, Pasolini no disfrutó de la pesadilla de Jean-Marie Le Pen: esos negros que ni cantaban La Marsellesa y ese genial argelino nacido en Francia pero que jugaba como criado en Barracas llamado Zinedine Zidane. Más la “invasión” sudamericana. La africana. La eslava. Y ese sistema lleno de belleza y lirismo en el que crecen chicos llegados de todo el mundo en La Masía catalana, heredera del fútbol total holandés. La enorme virtud de lo impuro, compatriotas.
Falcao, en tanto impuro, es un 9 completo que sabe jugar muy bien, como Agüero, Ibrahimovic, Forlán. Es pura potencia: se lo ve fuerte, veloz, certero, sin problemas de perfil a la hora de definir. Fue él quién aniquiló al Chelsea, los mismos que dejaron sin Champions al Barça de Pep, que sin Drogba se desmoronó como un castillo de naipes. Un papelón histórico.
Párrafo final para Diego Simeone; un tipo que, por alguna razón, en la Argentina difícilmente sea reconocido como merece. Largó el fútbol y a la semana hacía su primera experiencia como DT, en un Racing caótico, aún usurpado por De Tomaso. Se fue y ganó dos de los siguientes cuatro torneos: en 2006 con Estudiantes y en 2008 en River, aunque muchos, en lugar de recordarlo como el último técnico campeón, prefieran colocar su foto al lado del último puesto en el torneo siguiente. No le fue tan bien en San Lorenzo. Pero salvó al Catania del descenso en el duro calcio italiano y volvió para blindar el colador que era Racing y dejarlo, lejos, pero subcampeón del Boca de Falcioni. Dos milagros futboleros.
Este año, en pocos meses, levantó dos copas europeas con el Aleti, los vecinos pobres del poderoso Madrid, que no logra algo similar desde hace una década, cuando aquella volea de Zizou les dio la novena Champions en 2002, contra el Bayern Leverkusen, en Glasgow.
Simeone, prosista como jugador, es un entrenador que podría refutar a Pasolini. Porque planifica y deja volar, cuando tiene con qué.
Por suerte, en el Aleti como en River, tiene a Falcao. Nacido, como el Pibe Valderrama, bien al norte, frente al mar, en Santa Marta; una ciudad de poetas pasolinianos, se ve.


Alemania Vs Argentina. 1990. El "Hijos de puta" más famoso de la historia del fútbol.

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Diego Maradona 1990. Insultando a los italianos por irrespetar el himno argentino.

“….Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda callar y el crimen de jugar con la zurda, lo cual, según el Pequeño Larousse Ilustrado, significa “con la izquierda” y también significa “al contrario de como se debe hacer”.

"Maradona" Fragmento tomado del Fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano.

Por: Edwin Medina.

Almeyda se lo gritó a La 12 mientras besaba su camiseta de River en el último clásico antes de irse a la B. Juan Sebastián Verón se lo dijo una y otra vez a su compatriota Juan Pablo Sorín cuando el Inter y el Villarreal jugaban los cuartos de final de la Champions League de 2006. También, pero en otro idioma  Frank Rijkaard se lo vociferó a Rudi Voller, luego de escupirle su rubia cabellera  en los octavos de final de 1990. Pero, a mi parecer, ningún insulto en el balompié se compara con el de Diego Maradona contra los italianos en el mundial de 1990. ¿Y por qué? Porque Maradona tenía todo en contra: La Camorra italiana, los dirigentes de la FIFA, los ultras italianos, incluyendo a los que más lo amaban, los napolitanos. Y por último su tobillo izquierdo hinchado, ése con el que jugó todo el mundial, y aún así logró llevar a su selección a una final del mundo. Un crack.
Era el 24 de junio de 1990. Argentinos y alemanes jugaban la final del mundo en el Olímpico de Roma. Previo al juego, cuando comenzaron los actos de protocolo, el estadio entero insultó el himno argentino, Diego Maradona no lo podía creer, estaba solo contra todos, él, que le dio sus mejores años al Calcio ahora le dan la espalda y apoyan a su rival, una Alemania potente pero a la vez sin brillo.
En el epílogo de la final, una polémica jugada le dio el triunfo a los alemanes. Maradona fue el mejor de aquel mundial a pesar de no levantar la copa. Una pena. Pero se fue tranquilo, porque fue fiel a los suyos, como Totti a la Roma, Gerrard al Liverpool o Giggs al Manchester.
Este hecho de fidelidad y otros más que Maradona hizo por la Selección Argentina, lo llevó a ser amado por todo un país. Los artistas, los cantantes, los hinchas, Las Madres de Plaza de Mayo, los cineastas, Todos, todo el pueblo argentino, le agradecen a Maradona ser el bastión de resistencia frente a La Vieja Europa. Por jurar con gloria morir, si, con gloria morir, como lo dicen las letras del himno nacional de su nación. 



Próximamente
La venganza de Rinus Michels.
Entrada sugerida por mi amigo Camilo Rueda Navarro.


Rinus Michels 1988.

Celtic Vs Inter. 1967. Los leones de Lisboa.

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“Y ahí estaban: Fachetti, Domenghini, Mazzola. Medían metro ochenta, con sus bronceados Ambré Solaire, sus sonrisas Colgate y el pelo engominado. Incluso olían bien. Y por el otro lado estábamos nosotros, una panda de enanos. Yo casi no tengo dientes, a Bobby Lennox también le faltan y Ronnie Simpson no tiene ninguno. Los italianos nos miraban y nosotros les dábamos nuestra mejor sonrisa. Parecíamos salidos del circo” 

Jimmy Johnstone, leyenda del fútbol escocés (1944-2006)



Los “Lisbon Lions”, como serían bautizados por los hinchas portugueses tras la final de la Copa de Europa en 1967, son sin lugar a dudas el mejor equipo de la historia del Celtic de Glasgow. Un equipo histórico, que se convirtió en el primer campeón de Europa británico y que sólo 3 años más tarde estuvo a un paso de conseguir otra vez el éxito llegando a la final ante el Feyenoord de Rotterdam. De hecho, se formó una base que mantuvo al Celtic como una potencia europea hasta mediados de los 70. En su temporada más gloriosa , 1967, ganaron todos los torneos en los que participaron: Liga, Copa, Copa de la Liga, Copa de Glasgow y Copa de Europa. La particularidad más llamativa de este equipo era que todos los jugadores del equipo habían nacido en Glasgow o sus cercanías. Bajo las órdenes del mítico Jock Stein, el equipo escocés practicaba un fútbol que buscaba siempre el ataque. Un ataque desaforado. El propio Johnstone lo definiría como “parecido al estilo holandés, pero más rápido”. Era un conjunto fenomenalmente vertical.
Durante el camino a la final marcaron 15 goles y sólo recibieron 4, ganando todos los partidos menos dos, derrota ante la Vojvodina en Novi Sad y empate en Praga ante el Dukla. Aún así, el Inter del gran Helenio Herrera llegaba como clarísimo favorito a pesar de haber tenido que recurrir a un desempate para tumbar al CSKA Moscu. De hecho, como curiosidad hay que señalar que un sólo jugador del Inter cobraba más que todo el once inicial del Celtic.

Se fueron como simples jugadores de fútbol, volvieron como leones legendarios.

El partido final se celebró el 25 de Mayo de 1967 en el Estadio Nacional de Lisboa, Portugal. Dado que en ese estadio jugó muchos partidos el Sporting de Portugal, que visten exactamente igual que el Celtic y son apodados “Os Leoes”, la asociación de ideas bautizó al conjunto de Jock Stein como los “Lisbon Lions”. El once inicial del Celtic estaba formado por: Ronnie Simpson en la portería, Jim Craig en la derecha, Tommy Gemmell, el Facchetti escocés en la izquierda, John Clark y el capitán Billy McNeill que pugnaba con Bobby Moore por ser el mejor líbero del Reino Unido en el centro de la defensa. Bobby Murdoch y Bertie Auld sujetaban el medio del campo, mientras que en ataque estaban el pequeño diablo Jimmy Johnstone por la derecha, William Wallace y Steve Chalmers como puntas de lanza, y Bobby Lennox, la mayor leyenda del Celtic, como extremo izquierdo, tirando sus peligrosas diagonales, que tantos goles le reportarían. El Inter por su parte formaba con Giuliano Sarti, Tarcisio Burgnich, Aristide Guarneri, el capitán Armando Picchi, Giacinto Facchetti, Giancarlo Bedin, Sandro Mazzola, Mauro Bicicli, Angelo Domenghini, Renato Capellini y Mario Corso entrenados por Helenio Herrera.
El partido empezó perfectamente para los italianos cuando Jim Craig cometió un penalty sobre Renato Capellini que transformó Mazzola en el minuto 7. El choque estaba donde los italianos querían. Podían plantar el magnífico catenaccio que los equipos de Helenio Herrera ejecutaban con tanta maestría. Pero el equipo el Inter de Helenio Herrera, no parecía estar en su mejor momento y para colmo no contaban con la explosión de fútbol ofensivo que ofrecería el Celtic, liderado por el enorme futbolísticamente hablando Jimmy Johnstone, que llegado el momento masacró sin piedad a un decepcionante Facchetti. Para muestra: el Inter disparó 2 veces a portería a partir del gol y no forzó ningún tiro de esquina. El Celtic disparó 20 veces al marco de Sarti, y otras tantas fuera. El empate del Celtic llegó en el minuto 63 cuando Craig se resarció del penalty asistiendo a Tommy Gemmell para que el potente lateral zurdo perforara la portería milanesa con un fuerte disparo. Stein le insistía en que jugase como Facchetti, y desde luego, hubo momentos en que la copia escocesa superó con creces al original italiano. Ya con el final del partido muy cerca, y el Inter muerto físicamente y también psicológicamente, Billy McNeill encontró un espacio para disparar y soltó la pierna. Steve Chalmers pasaba por allí y desvió el balón lejos del alcance del portero italiano, dando la ventaja definitiva al equipo escocés: ¡Campeones de Europa!
Era el comienzo de la época dorada del Celtic, donde no solo dominó Escocia con mano de hierro, sino que se hizo sentir en el plano internacional. El equipo de Jock Stein, perdió la Intercontinental de ese año ante Racing de Avellaneda, en la famosa “Batalla de Montevideo” en la primera de las violentísimas finales que los representantes sudamericanos plantearon en esta época, y que estuvo a punto de acabar con la competición. 
Pero, a pesar de este revés que supuso para el club el no ser capaz de refrendar su dominación internacional, el Celtic no desapareció, no fue flor de un día. 






Liverpool Vs Arsenal. 1989. El gol que lo cambió todo.

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26 de mayo de 1989. Liverpool y Arsenal se enfrentaban en Anfield en la última jornada de la First Division. Ambos equipos estaban empatados en puntos en lo alto de la tabla pero los locales tenían una diferencia de dos goles en el cómputo general que tratarían de conservar en casa, ante los suyos, para poder levantar el título.
El primer tiempo terminó 0-0. Pero en la reanudación los "gunners" se avanzaron en el marcador por medio de Alan Smith. Empezaron los nervios. En el último minuto, el milagro: una jugada culminaba con éxito por el centrocampsta Michael Thomas cerraba el marcador con 0-2 y acababa con una sequía de 19 años sin que la First Division viajara al viejo Highbury.
Las palabras de Brian Moore, comentarista de la ITV Sport, pronunció en directo durante la jugada de Thomas fueron seleccionadas por The Observer en un listado con las diez mejores frases de comentaristas deportivos de la historia 
Aquel "It´s up for grabs now (!es todo tuyo, Thomas) no sólo provocó el éxtasis de la hinchada del Arsenal. también hizo vibrar al magnate Rupert Murdoch, dueño del imperio periodístico New Corporation. En ese partido, escogido con el paso del tiempo como uno de los choques más emocionantes de la historia del fútbol inglés, el empresario australiano empezó a madurar una idea que verbalizaría tres años más tarde, justo después de que su nuevo capricho la deficitaria Sky, adquiriera los derechos televisivos de la recién estrenada Premier League "El deporte como marketing, debe ser la punta de lanza de la televisión de pago".
Aquel gol de Thomas fue revelador. En 1983 se empezaron a trasmitir los primeros partidos en TV abierta en Inglaterra. Pero previamente sólo se permitía los mejores momentos de cada partido emitidos en la BBC.
La primera parte del Liverpool-Arsenal de la temporada 88-89 enganchó a ocho millones de espectadores. A falta de diez minutos ya había cientos de millones más. Con la llegada de la Premier League, todo aquel que quisiera vibrar con la competición inglesa debería pagarle a Sky. 
Murdoch ostenta desde hace 20 años el monopolio de los derechos televisivos en Inglaterra. Aquel partido en Anfield acabó convenciendo a muchos clubes del enorme potencial económico que poseía la TV por satélite. La punta de lanza acabó trasformando la liga inglesa en un bussines mundial. Y pocos son los que se preguntan por qué pagan para disfrutar del mejor espectaculo futbolistico del planeta.


Treviso Vs Génova. 2001. Todos somos tú.

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En el año 2001, resultó sorprendente el partido de fútbol entre los equipos de Treviso y Génova.

 Un jugador del Treviso, Akeem Omolade, africano de Nigeria, recibía frecuentes silbidos y rugidos burlones y cantitos racistas en los estadios italianos.

 Pero en el día de hoy, hubo silencio. Los otros diez jugadores del Treviso jugaron el partido con las caras pintadas de negro.

Eduardo Galeano. Los hijos de los días.

Italia Vs Rep. Checa. 1990. El Slalom de Baggio.

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-“Cada día, leyendo los diarios, asisto a una clase de historia. Los diarios me enseñan por lo que dicen y por lo que callan. La historia es una paradoja andante. La contradicción le mueve las piernas. Quizá por eso sus silencios dicen más que sus palabras y con frecuencia sus palabras revelan, mintiendo, la verdad.
Hay en el mundo tantos hambrientos como gordos. Los hambrientos comen basura en los basurales; los gordos comen basura en McDonald’s.
Según los evangelios, Cristo nació cuando Herodes era rey. Como Herodes murió cuatro años antes de la era cristiana, Cristo nació por lo menos cuatro años antes de Cristo.
Cuando fueron desalojados del Paraíso, Adán y Eva se mudaron al África, no a París.
Algún tiempo después, cuando ya sus hijos se habían lanzado a los caminos del mundo, se inventó la escritura. En Irak, no en Texas.
En 1493, el Vaticano regaló América a España y obsequió el África a Portugal, “para que las naciones bárbaras sean reducidas a la fe católica”. Por entonces, América tenía 15 veces más habitantes que España y el África 100 veces más que Portugal.
Tal como había mandado el Papa, las naciones bárbaras fueron reducidas. Y muy.
El monumento más alto de la Argentina se ha erigido en homenaje al general Roca, que en el siglo XIX exterminó a los indios de la Patagonia.
La avenida más larga del Uruguay lleva el nombre del general Rivera, que en el siglo XIX exterminó a los últimos indios charrúas.
John Locke, el filósofo de la libertad, era accionista de la Royal Africa Company, que compraba y vendía esclavos.
La Revolución Francesa proclamó en 1793 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Entonces, la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. La guillotina le cortó la cabeza.
La emperatriz cristiana Teodora nunca dijo ser revolucionaria, ni cosa por el estilo. Pero hace mil 500 años el imperio bizantino fue, gracias a ella, el primer lugar del mundo donde el aborto y el divorcio fueron derechos de las mujeres.
En 1936, el Comité Olímpico Internacional no toleraba insolencias. En las Olimpiadas de 1936, organizadas por Hitler, la selección de futbol de Perú derrotó 4 a 2 a la selección de Austria, el país natal del Führer. El Comité Olímpico anuló el partido.
El Aleijadinho, el hombre más feo del Brasil, creó las más hermosas esculturas de la era colonial americana.
El libro de viajes de Marco Polo, aventura de la libertad, fue escrito en la cárcel de Génova.
Don Quijote de La Mancha, otra aventura de la libertad, nació en la cárcel de Sevilla.
Fueron nietos de esclavos los negros que generaron el jazz, la más libre de las músicas.
Uno de los mejores guitarristas de jazz, el gitano Django Reinhardt, tenía no más que dos dedos en su mano izquierda.
No tenía manos Grimod de la Reynière, el gran maestro de la cocina francesa. Con garfios escribía, cocinaba y comía.
La mitad de los brasileños es pobre o muy pobre, pero el país de Lula es el segundo mercado mundial de las lapiceras Montblanc y el noveno comprador de autos Ferrari, y las tiendas Armani de San Pablo venden más que las de Nueva York.
Carlomagno, creador de la primera gran biblioteca de Europa, era analfabeto.
Joshua Slocum, el primer hombre que dio la vuelta al mundo navegando en solitario, no sabía nadar.
Contra lo que se cree, Alí Babá no era el jefe de los cuarenta ladrones, sino su enemigo; y Frankenstein no era el monstruo, sino su involuntario inventor.
La cruz esvástica, que los nazis identificaron con la guerra y la muerte, había sido un símbolo de la vida en la Mesopotamia, la India y América.
En 1965, el Che Guevara escribió la última carta a sus padres.
Para decirles adiós, no citó a Marx. Escribió: “Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante. Vuelvo al camino con mi adarga al brazo”.
Garrincha, arruinado desde la infancia por la miseria y la poliomelitis, nacido para la desdicha, fue el jugador que más alegría ofreció en toda la historia del fútbol.
Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó.
Paradójicamente, una de las principales avenidas de Santiago de Chile se llama, todavía, Once de Septiembre. Y no se llama así por las víctimas de las Torres Gemelas de Nueva York. No. Se llama así en homenaje a los verdugos de la democracia en Chile. Con todo respeto por ese país que amo, me atrevo a preguntar, por puro sentido común: ¿No sería hora de cambiarle el nombre? ¿No sería hora de llamarla Avenida Salvador Allende, en homenaje a la dignidad de la democracia y a la dignidad de la palabra?
Y saltando la cordillera, me pregunto: ¿por qué será que el Che Guevara, el argentino más famoso de todos los tiempos, el más universal de los latinoamericanos, tiene la costumbre de seguir naciendo? Paradójicamente, cuanto más lo manipulan, cuanto más lo traicionan, más nace. El es el más nacedor de todos.
Y me pregunto: ¿No será porque él decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en este mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?"

Fragmento tomado de “La Paradoja Andante” de Eduardo Galeano.


Por: Edwin Medina.

"¿Qué el tiempo todo lo cura? Yo no tengo ni tiempo ni cordura". Solía decir el rapero español Toni Mejias, soy un convencido que el paso del tiempo cura las heridas y los malos ratos, pero al parecer en el caso de Roberto Baggio ni el tiempo, ni el pasado tendrán piedad de él.
El fútbol es la representación de la vida misma, por ende, éste también está lleno de paradojas.
Si le preguntas a cualquier persona por Roberto Baggio, seguramente te dirá que fue aquel que falló el último lanzamiento en la ronda de penales en la final de la Copa del Mundo USA 94.
Ese error acompañará a Baggio por toda la eternidad. La memoria colectiva de los aficionados del balompié no olvidarán aquella imagen de Baggio carisbajo rodeado de camisetas amarillas festejando mientras el peso del error caía sobre él, aquel día la alegría fue sólo brasilera, y la grada "azurra" se olvidó de los triunfos que anteriormente Baggio les había otorgado.
"Il Divino" le solían decir, vaya sobrenombre para un futbolista. Fue cuatro años atrás de su fatidico error que Baggio apareció en todo su esplendor, fue en el Mundial de fútbol Italia 90 cuando el mundo comenzó a disfrutar de su elegante andar sobre el césped.
 Il Divino comenzó aquel mundial de suplente pero gracias a su maestria con la pelota se ganó un puesto en el once titular y logró con Italia el tercer puesto, superados solamente por la Argentina de Diego Maradona y la Alemania campeona.
Baggio siempre fue un derroche de talento y lo demostró al marcar el gol más hermoso de aquel mundial. Baggio tomó el balón en el medio campo, levantó la mirada, comenzó su escalada hacia territorio enemigo, la pelota parecía un ojal más de su botín, parecía atada a su pie, un rival tras otro quedaba vencido, era imposible pararle, no lograron detenerle, Baggio marcó el mejor gol de aquel mundial finalizado con ese veloz slalom; pero paradojicamente no se le recuerda por ese sublime gol ni por su balón de oro ganado en 1993, ni por sus Scudettos  con la Juventus y el Milán, ni por ser considerado uno de los mejores jugadores del siglo XX, sólo se le recuerda por fallar ese fatídico penal aquel verano del 94.
Paradojas andantes, que también se dan en el fútbol.

Celtic V Racing Club - The Battle of Montevideo.

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"La Bad Boy Attitude no se improvisa. Es una forma de vida, un estatus envidiable al que unas pocas personas pueden acceder".
Jean- Philippe Bouchard. En el prólogo de su libro, "Los Bad Boys del fútbol."

Por: Edwin Medina S.



En 1967 el Celtic de Escocia sorprendió al mundo del fútbol al ser el primer equipo británico en ser campeón de la copa de Europa venciendo al Inter de Helenio Herrera. Ese mismo año, a la izquierda del mundo, Racing Club de Argentina se coronaba campeón de América al vencer al Nacional de Uruguay.
El campeón de Europa y el campeón de América debían enfrentarse en lo que se denominaba la Copa Intercontinental y así resolver quién era el mejor del mundo.
luego de dos encuentros, uno en Glasgow  y otro en Buenos Aires, con victoria para ambos bandos, la definición se jugaría en campo neutro. El tercer choque se disputaría en el mítico Centenario de Montevideo Uruguay.
Los británicos habían librado ya bastantes guerras en la Vieja Europa, pero en América la cosa es diferente, tenían miedo, Los leones escoceses atravesaron el Río de la Plata, como si estuvieran cruzando el Río Flegetonte, ése que hacia parte de los siete infiernos de la Divina Comedia el cual era habitado por tiranos, asesinos y ladrones.
 Los escoceses sabían, que tal vez, estarían ante su último partido de fútbol, podrían recibir una patada alevosa de sus rivales y dejarlos sufriendo de dolor en el césped o recibir una pedrada en la cabeza de algún irracional hincha, de esos que abundan en masía  por esta parte del mundo.
El sur del continente no tuvo piedad con los visitantes de la isla, los insultaron, los golpearon, los abofetearon, los denigraron. Y al final, un gol del Argentino Cardenas les quitó la copa. Racing se coronaria campeón del mundo y los escoceses con su orgullo herido a cubrir sus heridas.


Inglaterra V Hungría. 1953. Más allá del telón.

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“EL PARTIDO DEL SIGLO”, ASÍ TITULÓ THE TIMES A LA BRILLANTE GOLEADA DE HUNGRÍA A INGLATERRA EN SU AMADO WEMBLEY"


A primeros de los 50, Europa hervía en partidos amistosos. Los equipos del Este de Europa, por aquello del Telón de Acero, eran todo un acontecimiento cuando viajaban por Europa occidental, y, sin lugar a dudas, la gran estrella de aquel ir y venir de encuentros era la selección húngara, una poderosa máquina de golear  que exhibía su fútbol, mitad arte, mitad precisión inexorable, por todas partes.
Entre 1950, cuando reunió a su -segunda- gran generación de jugadores, y 1956, cuando los tanques de la Unión Soviética entraron en Budapest porque a los comunistas soviéticos les pareció que los comunistas húngaros no eran todo lo comunistas que a ellos le gustaría que fueran, aquella tremenda selección encadenó una serie de resultados casi irrepetible: 49 partidos, 42 victorias, 6 empates y una sola derrota. Bien es verdad que la derrota vino a producirse en el partido menos conveniente: La Final de la Copa del Mundo de 1958 contra Alemania en el Wankdorf Stadion de Berna. Pero fue considerada un accidente. De hecho, tras ella, los Magiares Mágicos siguieron apisonando a sus rivales como lo hacían antes de la trágica final contra los hombres capitaneados por Fritz Walter, mientras estos seguían vomitando y sufriendo de hepatitis e ictericia por lo que quiera que fuese el contenido de las jeringuillas  encontradas por Walter Brönnimann –delegado del estadio- en su vestuario tras la final.
La aparición del fútbol socialista revolucionó un mundo dominado por la WM inglesa.
Tenían los húngaros un equipo repleto de talento, con jugadores excepcionalmente dotados para jugar en cada una de las posiciones del campo. Casi casi contaban con el mejor jugador del globo en cada posición, y ninguno de ellos estaba considerado por debajo de los 5 mejores, desde el guardameta hasta el centrodelantero. Eran además innovadores, gracias a un visionario como su entrenador Gusztav Sebes, y entrenaban de una manera que nadie había visto hasta entonces. Todo estaba controlado al milímetro, y en definitiva, eran lo más parecido a un equipo invencible que había existido hasta la fecha y por unas cuantas décadas más. Sebes, que no era un entrenador al uso, sino más bien una especie de Comisionado General del deporte húngaro, organizó todo el fútbol magiar en función de la selección. Cualquier jugador susceptible de ser seleccionado para el equipo nacional debería vivir en Budapest y jugar en un equipo de la capital. Así fue como equipos como el Kispest, el Ferencvaros, el Vasas o el MTK (renombrado Vörös Lobogó, Bandera Roja), aglutinaron a gran parte de los mejores jugadores del país. Esto fue así porque, gracias a la mediación del poderoso Sebes, todos estos jugadores que estaban en la órbita de la selección entrenaban 4 días por semana, entre 4 y 6 horas, con el equipo nacional, y sólo regresaban a sus clubes para las jornadas de liga en el fin de semana. Obviamente, dado el carácter amateur del fútbol en el mundo comunista, estos horarios de entrenamientos exigían que los jugadores fuesen también dispensados de sus diferentes ocupaciones laborales. Además, no contento con esto, Sebes contaba en el organigrama de la selección nacional con algunos de los mejores entrenadores del campeonato local, como Marton Bukovi. Duros entrenamientos a nivel físico, jugadas y movimientos preconcebidos, inicios de las estrategias a balón parado… los Magiares Mágicos iban 10 o 15 años por delante allá en los 50.
La delantera húngara contaba con el genio Ferenc Puskas , el mejor goleador del siglo (84 goles en 85 partidos internacionales), el prodigioso remate de cabeza de Sandor Kocsis,  el regate de Zoltan Czibor. En definitiva, este equipo es el embrión del 4-2-4 que luego aplicaría tan exitosamente la selección brasileña, gracias a Vicente Feola. Un entrenador que aprendió mucho durante el paso de Bela Guttmann por Brasil. La consagración internacional del Aranycsapat –equipo de oro- llegó en su visita a Wembley.
Con estos mimbres y este estilo de juego, los húngaros impusieron su calidad en los Juegos Olímpicos de Helsinki, en 1952, tras derrotar a una gran selección yugoslava, y pasearse durante el resto del torneo. Los objetivos propagandísticos de Sebes y el gobierno húngaro empezaban a cumplirse. Pero nada fue tan decisivo para su paso a la historia como el 25 de noviembre de 1953. Los húngaros estaban ya metidos en una racha de 3 años sin perder, y su fama empezaba a cobrar tintes legendarios. Un poco al estilo de lo que había sucedido con el gran equipo Austriaco veinte años atrás  con el gran jugador Mathias Sindelaar que después sería perseguido por las fuerzas nazis para matarle por negarse a jugar para la Alemania de Hitler.
Así que, para completar el paralelismo, los ingleses, altivos inventores del juego se habían atrevido a desafiar a Hungría en su Empire Stadium de Wembley. Hasta entonces, desde el comienzo del fútbol, ninguna selección continental o americana había logrado derrotar a los pross en su propio campo. Además, contaban con un gran grupo de jugadores como Stanley Matthews, Billy Wright, Stan Mortensen, Nat Lofthouse, Tom Finney, Alf Ramsey… un equipazo sin duda, pero sobre el que ya se cernían ciertas dudas de su dominio, tras el ridículo espantoso que había hecho en el Mundial de Brasil ’50.
Esa gris tarde-noche de noviembre –cuál no lo es en Inglaterra-, Hungría los derrotó. ¡Vaya si lo hizo! Los Magiares Mágicos pasaron como un ciclón por Wembley y desde el primer minuto, cuando anotaron el 0-1 –merced a un maravilloso amago de Hidegkuti, seguido de un cañonazo a la escuadra- hasta el 90 no hubo dudas de quién mandaba en el fútbol mundial. 3-6, a pesar de un arbitraje compasivo que salvó a los ingleses de un descalabro mayor. Hidegkuti arrastraba a su marcador por todo el campo –o no, lo cual era aún peor, ya que nadie sabía quién debía acudir a cubrirle-, los húngaros aparecían por todas partes, entrando como cuchillo en la sólida defensa inglesa y los goles caían una y otra ves en la red de un desesperado Gil Merrick. La culminación de esta lección fue el primer gol de Puskas: recibiendo el balón en la esquina del área pequeña, pisó la bola burlando la entrada del considerado mejor central del mundo y capitán inglés, Billy Wright, y con esa misma pierna sacó un cañonazo ante el que el guardameta inglés nada pudo hacer. The Times tituló a la mañana siguiente a toda página: “THE MATCH OF THE CENTURY”. 
 Los demás partidos del siglo, que a razón de media docena por año y país hemos ido conociendo, son falsificaciones. El viaje de vuelta de los húngaros desde la estación de Victoria en Londres hasta la capital húngara fue un homenaje contínuo: en Holanda, en Suiza, en cada estación de tren debían bajarse, saludar, firmar autógrafos, recibir flores… ¡¡¡Europa les amaba!!!
Los ingleses, heridos en su orgullo, pidieron la revancha, y los húngaros, aceptaron. Sería poco después, pero esta vez en el Nepstadion de Budapest, la guarida del lobo. La revancha fue de todo menos eso. Uno tras otro los goles cayeron en el saco, hasta un 6-0 que humillaba aún más al equipo de los Tres Leones, al que un penalti inexistente permitió marcar el gol del honor, por medio del delantero Ivor Broadis. Como la cosa no podía quedar así, los irrespetuosos magiares añadieron aún otro gol más. 13 goles se habían llevado los maestros en dos partidos. Una pesadilla. Tras estos dos partidos, hubo aún dos más donde elfutbol socialista, como lo había bautizado Sebes, demostró su hegemonía. Viajaron a Hampden Park para meterle 4 a los orgullosos escoceses y luego el Honved recibía en Budapest al fantástico Botafogo brasileño, donde jugaban Garrincha y Nilton Santos, al que agasajó con 6 goles.
 En tiempo difíciles para La Vieja Europa el fútbol era un escape y a la vez una forma de ver arte sin ir a los tablones. Gracias a la selección húngara  amada por todo un continente, la cual nunca se olvidará, gracias a su mezcla de mitad arte, mitad precisión.

Gimnasia La Plata Vs Platense. 2013. Facundo Sanseverino. El largo camino hacia el gol.

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Facundo Sanseverino.


“El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos. Ahora, los once jugadores se pasan todo el partido colgados del travesaño, dedicados a evitar los goles y sin tiempo para hacerlos. El entusiasmo que se desata cada vez que la bala blanca sacude la red puede parecer misterio o locura, pero hay que tener en cuenta que el milagro se da poco. El gol, aunque sea un golcito, resulta siempre gooooooooooooooooooooooool en la garganta de los relatores de radio, un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre, y la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire.”
“El gol” Fragmento tomado de “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano.

Por: Edwin Medina.


Aquellos que piensan que la rebeldía es propia de la juventud pienso que están errados. La juventud es simplemente un estado biológico, si eres joven, es porque primero eres bebé, luego niño, luego joven y así sucesivamente. Conozco muchos jóvenes con pensamientos dogmaticos, cerrados a oír y respetar otras ideas, amargados, tercos, creen que la única verdad es la que ellos pregonan.  Por otro lado, conozcomuchos adultos mayores con mente libre, abierta totalmente a otros pensamientos, nuevas tendencias e ideologías.
La rebeldía se da en cualquier momento de la vida, sin importar la edad, porque ésta es promovida por el amor, ése amor que Facundo Sanseverino sintió aquella noche entre escombros en la tragedia que sufrió la ciudad de La Plata Argentina.
La capital bonaerense fue victima de una de los peores desastres naturales de la historia. 48 muertos y centenares de desalojados dejó el fuerte diluvio que cayó el pasado 4 de abril. El gobierno argentino declaró tres días de duelo nacional por las víctimas fatales de la catástrofe climática.

Tragedia invernal en La Plata Argentina


Después  de la fuerte tormenta, el agua había subido un metro ochenta. Facundo Sanseverino y su familia (Madre, abuela, pareja y hermano menor) durmió en el techo de la casa de una vecina ya que su casa estaba hecha pedazos.  
Desde el lugar más alto de su barrio, los ojos de Facundo observaban las ruinas. Lo qué fue ya no es. Los potreros donde jugaba con sus colegas yacen debajo de las inundaciones, al igual que su escuela, aquel viejo parque donde se divertía con su hermano menor y con sus amigos. Todo había sido destruido.
Minutos más tarde sobre las once de la noche sonó el celular de Facundo, esta vez, buenas noticias para él. El coordinador del club Gimnasia y Esgrima de La Plata lo llamó para que se presentara a entrenar en el equipo de primera división, Sanseverino le contestó que no sabía si podía llegar porque el barrio estaba totalmente inundado. Su madre oía atentamente la conversación. Ella más que nadie sabía que su hijo soñaba con jugar en la primera división del club desde que tenía nueve años cuando empezó a jugar en Gimnasia. Su madre lo alentó a ir y cumplir la cita. “Tal vez no vuelvas a tener esta oportunidad” le dijo la madre a Facundo.
Al día siguiente el agua había comenzado a bajar. Sin haber podido dormir Sanseverino bajó del techo de su vecina y fue a su casa. Facundo entre escombros encontró una maleta, allí, empacó su par de guayos y su uniforme de fútbol. La aventura comenzaría.
 "Pequeña muerte" le llaman en Francia a la culminación de un abrazo,
Facundo abrazo a su madre, a su abuela, a su hermano y a su amada, sin saber si las volvería a ver. Entre lágrimas Facundo marchó en busca de su sueño. Sanseverino saltó al agua y comenzó a nadar entre los escombros, gambeteando ruinas, cascotes y basura. Su vida estaba en riesgo, pero él con el aguante que caracteriza a los nacidos en el sur del continente americano no paró de nadar. Kilómetros más adelante, ya el nivel del agua era menor. Un vecino solidario vio a Facundo exhausto, gentilmente, se ofreció a llevarlo en el taxi que maneja. “Tuve suerte de que le arrancó el auto. Fue difícil, porque la ciudad era un caos pero pudimos llegar” declaró Sanseverino.
Al llegar por fin a la sede de Gimnasia La Plata, Facundo comenzó como suplente el partido, luego, en el segundo tiempo, el técnico le dio la oportunidad, el encuentro estaba igualado a uno. Minutos después Sanseverino marcó el segundo gol para su equipo. La bala blanca sacudió la red. Fue el gol del triunfo. El partido finalizó dos a uno sobre Platense.  Aquel gol no fue sólo de Facundo, allí estaba impregnado todo su barrio, sus vecinos y su familia.
Nuestro héroe no se olvidará nunca de esta experiencia, y de haber recibido la ayuda de su barrio, que muchos como su familia, perdieron todo por el temporal. El técnico del lobo Pedro Troglio ahora lo pone como un ejemplo al esfuerzo y al amor por el fútbol.
Hermosa crónica de coraje y gallardía que nos deja un verdadero guerrero; como el relato del niño bogotano Arturo Dueñas contada por la pluma de Eduardo Galeano o Las Pussy Riot en Rusia. Historias que no son ni serán contadas en los grandes medios de comunicación, pero serán leyenda en el imaginario colectivo del barrio, el potrero, la cuadra.


Bayern Munich VS Barcelona. 2013. El regreso de la Bestia Rubia.

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“Los alemanes son más inasibles, más amplios, más contradictorios, más desconocidos, más incalculables, más sorprendentes, incluso más terribles de lo que otros pueblos son para sí mismos.”

De ‘Más allá del bien y del mal’ (1886), Friedrich Nietzsche.


El resultado no me sorprendió. Es más, lo esperaba. Pero íntimamente deseaba que mi convicción quedara pulverizada por el genio de Messi, la creatividad de Iniesta, la sabiduría de Xavi. Es una pena. Daba impresión verlos juntos en la previa: parecían un grupo de scouts frente a la “bestia rubia” de la que habla Nietzsche: unos alemanes grandes como un mundo.
Aquel Barça de 2011, el que ganó todo, podría haberles escondido la pelota y hacerlos pasar de largo, como el torero al toro. No éste. La curva descendente comenzó en 2012 y se acentuó este año, aún con los records de Messi y el título de la Liga asegurado hace meses, todavía por festejar. El torneo español es una novela venezolana: la pareja protagonista; y un montón de actores de reparto cuya única misión en la vida parece ser sostener su felicidad.
Las copas locales son un consuelo; la Europa League, ser cabeza de ratón; la Champions, la universidad. Allí se reciben los grandes equipos. Aunque a veces –como el año pasado– el Chelsea de Drogba rompe el molde, le gana la final al Bayern y uno se quede perplejo, pensando que el fútbol es, nomás, pura ilógica, una moneda que gira en el aire.
Aquel Bayern era un equipazo y éste es todavía mejor. Me pregunto cómo debe sentirse el pobre Heyckness –67 años, técnico del Madrid que ganó La Séptima en 1998, tres veces campeón con Bayern–, que se irá pese a alcanzar, casi, su segunda final de Champions consecutiva y haber dirigido al campeón más precoz de la historia del fútbol alemán, consagrado en la fecha 28, a seis del final. Si gana la Orejona, lo imagino saludando a Guardiola, su sucesor, con una sonrisa: “Bueh, acá se los dejo, eh. ¡Suerte!”. Mmm… No será fácil igualar eso. Pero Pep ya estuvo allí. Puede hacerlo y mejor, ¿por qué no? Ha pasado. Y no solo en el mundo del fútbol.
Algo así –“Son todos tuyos”– le dijo, irónico, Pete Townshend a ese James Henrik, o algo así, un desconocido al que insólitamente habían programado para salir después de The Who, las estrellas de esa velada en el festival de Monterrey, 1967. La banda había tocado como nunca, con su Grand Finale habitual: la guitarra y la batería de Keith Moon destrozadas. ¿Cómo competir con semejante performance? Bueno… el tipo era Jimi Hendrix.
Tocó con los dientes, de espaldas, rodó por el piso y en el final de Wild Thing, le arrancó sonidos estremecedores a sus Marshall, acoplando la guitarra y moviendo su pelvis frente a ellos, como fornicando. Luego, la acostó sobre el piso, tomó un pomo con líquido inflamable, la roció –más sexo explícito en un país pacato que apenas toleraba a Elvis–, la prendió fuego y después, la hizo añicos. Cuando bajó del escenario, tenía el mundo a sus pies.
El Barça, de local y con un Messi entero, deberá ser Hendrix después de los Who para dar vuelta esa historia. No es su estilo. Ellos son lirismo, toque, triangulación. Lo que nos hizo repetir –nos gusta hacerlo–, que son el mejor equipo de la historia. El Bayern es pura potencia, pero cuidado: juegan muy bien. Su precisión en velocidad, asombra. Uno piensa: “No podrán mantener ese ritmo hasta el final”. Y los ve, a los 90, presionando como si el partido recién empezara.Hacerle 4 o 5 goles es inverosímil, aún para un gran equipo donde, además, juega Messi.
Después de dos años dominados por el Dortmund –un equipo que sabe cómo combinar solidez y plasticidad–, el Bayern quiso dejar bien en claro quién manda en Alemania. El plantel que armó esta temporada –con el vasco Javi Martínez, el brasileño Dante y el croata Mandzukic– da miedo. Y el que va a dirigir Pep, ya será un abuso.
Tienen la base de la selección alemana de Löw: el arquero Neuer, una torre de 1,94; el capitán Lahm; la muralla Boateng; Schweinsteiger, un volante que hace de todo y todo bien; el talentoso Müller; Kroos, otro jugador fuoriclasse y Mario Gómez, el clásico 9 de área. Junto a ellos, el holandés Robben y el francés Ribéry, dos extremos de elite. Con Guardiola, para colmo, llegará Götze, la joya del Dortmund, y dos estrellitas de las selecciones juveniles: el central Kirchoff y el volante Rode. Y después de la final en Wembley –para no ser tan desprolijos si la definen los dos equipos alemanes–, ficharán al polaco Lewandowski, el de los cuatro al Madrid, un delantero con buen pie, juego aéreo, gol. Un crack.
Hablé poco del Dortmund y nada del Madrid. Es que no confío en una hazaña de los de Mourinho, aunque un 3-0 en el Bernabeu no suene tan descabellado. Pero el Dortmund ya jugó allí en la fase de Grupos y tan mal no les fue. Es más, ganaban 2-1 y Özil empató sobre la hora. No sufrieron miedo escénico, justamente.
Habrá final alemana, –me la juego– y ganará el Bayern. Por lógica y por deseo. Es que soy hincha, no se rían. Desde la noche del 19 de diciembre de 1966, cuando Racing festejó su campeonato y la nueva iluminación –hecha por los alemanes de Siemens–, jugando contra el Bayern. Llegué triste porque no jugaba Perfumo, pero me fui eufórico. Racing ganó 3 a 2 y el 6 de ellos me deslumbró. Era un jugador imponente.
Desde ese momento pasé a compartir, sin saberlo, la misma pasión con un tal Martin Heidegger, que solo dejaba su casa en la Selva Negra para sentarse frente al viejo Telefunken de un vecino y verlo jugar. El niñito suburbano y el filósofo. Milagros que solo consigue el fútbol.
Ensayé días hasta que pude decir su nombre de corrido: Franz Be-cken-ba-uer. Supe que lo llamaban “El Kaiser” y pensé que tenía que hacerse amigo de Perfumo, que era el Mariscal.


Rumanía Vs Hungría. 2013. Un peligroso juego de banderas.

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Ultras húngaros arribando a Rumanía.



"Cada vez que un jugador húngaro y un rumano luchan por un balón, miles de personas sienten que está en juego una cuestión de estado".


Cluj-Napoca. Koloszvár. Klausenburg. Tres nombres para una misma ciudad. En rumano, húngaro y alemán. Capital histórica de Transilvania, la ciudad de Cluj-Napoca es una de las principales ciudades de Rumanía, aunque tiene un 20% de la población húngara. El resto son rumanos. Pero en 1910 el 80% de la población era húngara y los rumanos eran sólo el 20%. Además, en muchos mapas de la época el nombre aparece en alemán porque la ciudad formaba parte del Imperio austro-húngaro y en ella vivía una minoría que hablaba alemán.
La región de Transilvania forma parte del estado rumano desde el año 1920. Antes era tierra húngara, con los rumanos que vivían en ella pidiendo autonomía o la unión con el estado rumano. Entre 1940 y 1945, por decisión de Hitler, Transvilvania pasó a ser húngara de nuevo durante unos años. En 1945 regresó a manos rumanas. Por medio, refugiados, violencia, asesinatos, cambios de placas de las calles y nombres de ciudades. Hoy son los húngaros que viven en Transilvania los que piden autonomía y sueñan con volver a formar parte del estado húngaro. El papel de esta minoría húngara en Rumanía, de hecho, siempre ha complicado las relaciones entre los dos estados. Cuando sus selecciones de fútbol juegan entre ellas la cosa se complica. Como ocurrió el pasado mes de septiembre por las eliminatorias al mundial Brasil 2014.
El partido de ida en Budapest fue muy polémico, pues en la semana previa un aficionado del Rapid de Bucarest quemó una bandera húngara durante el encuentro de liga en el campo del CFR Cluj. 
El CFR Cluj es históricamente el equipo identificado como el de la minoría húngara, por lo que el gesto del aficionado visitante era especialmente provocador. En la grada del CFR Cluj se pueden ver aficionados que llevan banderas rumanas (como los miembros del grupoComando Gruia) pero también otros que llevan símbolos húngaros, como los KVSC, que hacen referencia al nombre original del club en el idioma húngaro: Kolozsvári Vasutas Sport Club (equipo de los trabajadores de los ferrocarriles de Koloszvár). El propietario del CFR Cluj es Árpád Pászkány, uno de los miembros más destacados de la comunidad húngara en Rumanía.
La quema de esa bandera calentó el partido jugado en la capital húngara. En la rueda de prensa previa, por ejemplo, los responsables de la Federación húngara se negaron a contratar a un traductor con conocimientos de rumano. Cuando los periodistas rumanos preguntaron en inglés, se les respondió en húngaro. No entendieron nada.
El partido de Budapest se jugó sin público, pues los húngaros cumplían una sanción por cánticos contra los jugadores de Israel durante un amistoso. Sin público, Rumanía sacó un empate (2-2) con un gol en el último minuto. Fuera del estadio se lanzaron objetos contra el bus con los periodistas rumanos y la policía cargó contra los manifestantes húngaros. A la quema de la bandera y el episodio de la rueda de prensa se unió un tercer factor: el partido se jugó en la semana del día nacional de Hungría. Y los miembros de la comunidad húngara en Rumanía lo celebraron con manifestaciones que reunieron a unas 10.000 personas, como la de Kezdivasarhely (Targu Secuiesc en rumano). Curiosamente, las regiones donde los húngaros son mayoría no son las más cercanas a la frontera. La zona donde los húngaros son mayoría se sitúa al este de Transilvania, en el centro de Rumanía. Es conocida como el país Szekle.
Esta región vivió las manifestaciones más populares, con la presencia de la bandera Szekle, esa que representa a los húngaros del este de Transilvania (una bandera azul, con franja dorada y una media luna). Una bandera muy polémica porque las autoridades rumanas la quieren quitar de los edificios oficiales de los pueblos donde los húngaros son mayoría. La polémica es tan fuerte que el Ministro de Interior amenazó con expulsar al embajador húngaro de Bucarest. Y en Budapest, la bandera Szekle apareció en el Parlamento como muestra de solidaridad.
Esta es una historia de largas polémicas y viejos símbolos. El partido de Bucarest sí se jugó con público, con unos 4.000 hinchas húngaros. Unos 1.000, los más radicales, se han organizado en su propio tren. Otros hinchas que animaran a los húngaros en la capital rumana son ciudadanos… rumanos. De etnia húngara, cómo no. Las autoridades rumanas han advertido que no permitirán que los hinchas visitantes muestren banderas provocadoras como la ‘Szekle’ o la bandera de la casa de Arpad, la bandera histórica del nacionalismo húngaro, que hace referencia a la casa real que creó el reino de Hungría. Un reino que tenía su corazón espiritual en la región de Transilvania, hoy en día parte del estado rumano.
Para los futbolistas o entrenadores húngaros con pasaporte rumano la situación nunca ha sido sencilla, ya que se han visto obligados a justificar siempre su fidelidad. Dos de los mejores entrenadores de la historia de Rumanía eran húngaros, como son Laszlo Boloni o Stefan Kovacs, el hombre que entrenó al Ajax de Cruyff de 1971 a 1973.

Rumanía y Hungría son vecinos que no se llevan bien. Los dos sienten como suya una región, Transilvania, famosa por las historias de Drácula. Pero esta región es una región llena de historias más interesantes. Es la cuna de algunos de les mejores escritores húngaros y rumanos, es tierra de cultura, buen comer…y de disputa. Cada vez que un jugador húngaro y un rumano luchan por un balón, miles de personas sienten que está en juego una cuestión de estado.

Camiseta de los ultras húngaros con alusión al tour hacía Rumanía.

Dinamarca Vs Alemania. Aquel verano del 92´

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Jugadores daneses festejando su triunfo en la final de la Euro 1992. 


—¿Adónde va el señor?
—No lo sé –dije–, fuera de aquí. Es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.
—¿Conoce su meta?
—Sí –contesté–, te lo acabo de decir. Fuera de aquí, ésa es mi meta.

Franz Kafka (1883-1924), de su relato “La Partida”.


-Señor, quisiera pedirle permiso para faltar mañana.
-¡Tan joven y tan irresponsable! De seguro es para ir a jugar fútbol. Eso no te da de comer.
-Se lo suplico.
-Me encantaría decirte que sí, pero la respuesta es no. Un día me lo agradecerás y sabrás que te di una lección de responsabilidad. Procura tu empleo y no al equipucho donde eres nadie. 
Tras no haber obtenido permiso, el joven decidió que al día siguiente no iría a trabajar. Y lo cumplió. No se presentó a efectuar sus labores diarias. Los ancianos tuvieron que comportarse para no ensuciar la casa, pues el chico de la limpieza los dejó a su suerte. Por un día evitaron tirar libros y periódicos en el suelo. Comieron con demasiada calma, tres horas para alimentarse, con tal de no manchar los muebles. El hombre que negó la autorización a la ausencia del chico estaba muy enojado por su falta de compromiso. No obstante agradeció la “irresponsabilidad” porque así aprendió a sentirse útil en su etapa de adulto mayor.
En tanto, el joven, quien también se tomó el día ante sus compañeros de equipo, estaba en casa viendo el partido entre Francia y Dinamarca de la Eurocopa 1984. Sentado en la comodidad de su hogar, sin trapear ni barrer, presenció a Michel Platini anotando el único gol del encuentro. La derrota de los suyos lo desilusionó. No obstante se fijó una meta. A la mañana siguiente se presentó con el anciano para informarle que renunciaba.

-Ya me lo esperaba. Es lógico que los viejos te aburran y te den asco. Pero déjame decirte algo, ya no te necesitamos. Nosotros podemos valernos solos.
-No es eso. Usted me dijo que aprendiera a ser responsable y ayer me propuse serlo de otra forma.
-¿Sí? ¿Cómo?
-La daré una Eurocopa a este país. Del empleo al fútbol prefiero al fútbol. Y créame, ganaré la Euro.

El anciano le creyó. Le vio tan seria y firme la mirada, lo escuchó tan propio y seguro que confió en él. Antes de despedirse, el viejo le obsequió un libro, Hansel y Gretel. El joven lo aceptó con confusión. -“¿Y esto para qué me puede servir?” - “Para que cuando lo veas sepas que alguien ha creído en ti”.
A partir de ese momento, el joven se hizo acompañar del libro. No solamente lo portaba para recordar que alguien respaldó su objetivo, sino también para leerlo de vez en cuando. “Si los cuentos de hadas existen en la literatura también existen en el futbol. Unos escriben sueños con letras, otros con el balón”, les decía a sus amigos. Mientras muchos lo tiraron de creador de utopías, de iluso, Yugoslavia le daría la razón a sus fantasías. Así lo hizo saber en una entrevista concedida a la UEFA:

“Estábamos almorzando y el primer rumor era que quizás Yugoslavia podía ser expulsada y que nosotros tendríamos que ocupar su plaza. Y cuando volvimos del entrenamiento, así era. Se confirmó y éramos oficialmente una de las selecciones participantes del torneo”.

Dinamarca llegó de sorpresa al certamen efectuado en Suecia y con la misma sorpresa enmudeció al mundo con la obtención del título venciendo a Alemania en la final. El sueño del joven “irresponsable”, del trabajador de limpieza que prometió responsabilidad con la conquista de una Eurocopa, se convirtió en realidad.
Tras la hazaña volvió a Dinamarca. Con Hansel y Gretel en la mano acudió a un asilo de ancianos. Primero se dispuso a ayudarlos a hacer la limpieza. Posteriormente se puso a charlar con ellos y finalmente concluyó su visita leyéndoles el cuento que le regaló el viejo que creyó en él. Después le dio rienda suelta al festejo masivo con sus compañeros de selección y con cientos de daneses que recibieron como héroes a sus jugadores.
“Creo que, sobre todo, el mejor momento fue cuando estábamos en el ayuntamiento de Copenhague celebrando con el resto del país. Eso fue increíble, realmente increíble. En ese momento dices Dios, lo hemos logrado, no es un sueño“, expresó en una entrevista a la FIFA.

De los trapos y las escobas a unos guantes de portero, Peter Schmeichel arquero y capitán de aquella selección campeona en 1992 escribió así su propio cuento. Todo inició porque no se presentó a trabajar.


Escrito de Eduardo Galeano sobre la sorprendente Dinamarca campeona de la Euro 1992

Eduard Streltsov, de estrella nacional al Gulag

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Estatua de Eduard Streltsov, el jugador que no tuvo miedo a la URRS.


El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio que aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad....

Fragmento tomado de "El miedo manda" de Eduardo Galeano.


Es innegable que el fútbol se ha convertido, queramos o no, en parte fundamental de nuestras vidas. De una forma o de otra los grandes acontecimientos de este fenómeno de masas afectan a nuestra vida cotidiana, llegando incluso a adquirir tintes políticos cuando sus dirigentes ( o los más radicales hinchas ) deciden acercar dos mundos que la lógica coloca separados: deporte y política. 
Esta tendencia no es algo reciente. Los romanos con su famoso "Panem et circenses" marcaron las pautas a seguir para controlar a la sociedad mediante acontecimientos deportivos y desde entonces, lo que debería ser un mero pasatiempo o profesión se ha convertido, paulatinamente, en un arma poderosa cuando se deja en las manos erróneas. No hay más que echar la vista atrás unas cuantas décadas para ver como la Alemania Nazi intentó destacar su supremacía por medio de las Olimpiadas o como años más tarde la URSS llevaría la Guerra Fría a los 64 escaques de un tablero de ajedrez.
Sin embargo, entre toda esta mezcolanza de intereses que rodea al deporte, todavía surgen personas que mantienen una serie de valores por encima de las presiones de aquellos que se creen con derecho a transformar el deporte en un espectáculo político. Y entre ellos, hoy hemos querido destacar a Eduard Streltsov, el Pelé Ruso.

Eduard Streltsov nació en los albores de la Segunda Guerra Mundial (1937), por lo que no es de extrañar que su infancia estuviese, como la de tantos otros niños, rodeada de miseria y pobreza; con el conflicto terminado, la URSS levantó el "Telón de Acero" lo cual acabó por destrozar a la larga la ya mermada economía soviética. Criado por su madre en un suburbio de Moscú, Streltsov pasó sus primeros años trabajando junto a Sofía en una fábrica metalúrgica de la ciudad. Sus únicos ratos de ocio los dedicaba a una de las pocas cosas que se pueden hacer gratis cuando tus amigos y tú solo disponen de campos yermos: jugar al fútbol. Ya en esos primeros compases de su carrera futbolística Streltsov destacaba por encima de sus compañeros, lo cual acabó por llamar la atención del capitán del equipo de la fábrica, que decidió incorporarle a la edad de 13 años. Eduard Strelsov se había convertido de la noche a la mañana en el jugador más joven en la historia del club. 
Durante los siguientes 3 años el joven futbolista jugó para la fábrica Fráser hasta que en 1953, tras un amisto contra el Torpedo de Moscú, entabló amistad con el entrenador que le convenció para fichar por el que se convertiría años más tarde en el club de su vida. Como veremos a continuación, la expresión inglesa "One Club Man" encontraría en un joven de 17 años su máximo representante.

Su fichaje por el Torpedo de Moscú no pudo ser más acertado. Tras una primera temporada bastante discreta, los éxitos se sucedieron. Con tan solo 17 años se convirtió uno de los máximos goleadores de la Liga por lo que el seleccionador soviético decidió convococarle para el equipo nacional. Su debut hizo honor a su clase: marcó tres goles y repitió la hazaña en el siguiente partido lo cual le hizo ganarse un puesto fijo en la selección. Mientras tanto, Streltsov seguía cosechando títulos individuales en las filas del Torpedo: a los 18 años fue el máximo goleador del torneo con una grada entregada con tan solo verle saltar al campo. Algunos ya comenzaban incluso a proponerle para el Balón de Oro, especialmente tras comandar a la selección soviéta ganadora del oro en las Olimpiadas con tan solo 19 años. Su carrera era simplemente imparable. Y no solo eso, su cabello rubio y sus maneras de Casanova lo estaban convirtiendo también en un destacado personaje dentro de la sociedad soviética, tal y como lo fue George Best dos décadas más tarde. Y cuando parecía que nada podía torcerse en la vida de ese chico venido de un humilde barrio, la política se cruzó en su camino...

"Tiene la enfermedad de una estrella: fuma, bebe y provoca peleas", escribió el diario Pravda

Como hemos dicho Streltsov a la pronta edad de 20 años ya era considerado por el panorama futbolístico como una promesa consagrada y candidata a disputar el Balón de Oro. Además, el pertenecer a un humilde equipo como el Torpedo no hacía más que engrandecer su figura, cosa que sin embargo no gustaba dentro del Alto Mando soviético, que veía como una de las grandes estrellas que había producido el país no jugaba en ninguno de los grandes equipos que rivalizaban por la corona en Europa: el CSK de Moscú o el Dínamo de Kiev.
Así que "sugurieron" a Streltsov que abandonase las filas del Torpedo para integrarse en cualquiera de los dos equipos gubernamentales (el CSK era el equipo del Ejército Rojo mientras que el Dínamo pertenecía a la KGB).  Sorprendentemente Streltsov se negó en rotundo, permaneciendo fiel así al equipo que le había llevado a la gloria. Ni siquiera su compañero de selección, Lev Yashin (La araña negra) consiguió convencerle. 
La decisión evidentemente molestó en las altas esferas del gobierno que comenzaron a buscar la manera de obligarle a abandonar el Torpedo. Desgraciadamente para ellos, todavía aparecen individuos con valores, con la capacidad de decir "No" a las reglas del juego establecidas. Seguramente Streltsov podría haber alcanzado la gloria, el Balón de Oro y numerosos títulos internacionales de haber aceptado la sugerencia del gobierno, pero para él jugar al fútbol solo tenía sentido si lo hacía dónde él quería: en este caso en las filas del Torpedo. Por tanto, tras su negativa, tan solo cabía esperar la reacción del gobierno. Es cierto que tampoco le ayudaron las supuestas tentativas de deserción que se le achacaron por aquel entonces, pero su díscolo comportamiento entrañaba, ya de por sí, demasiados problemas para los dirigentes de la URSS: la gente veía en el aclamado futbolista un símbolo de oposición a sus dirigentes.
La venganza contra Streltsov comenzó a fraguarse en una de las fiestas que tan a menudo frecuentaba la estrella futbolística. Acompañado de la hija de 16 años de una de las mujeres más influyentes del gobierno soviético, el delantero volvió a desplantar a las autoridades rusas tras rechazar en público la conminación de la madre para desposar a la muchacha. De hecho cuentan que posteriormente se mofó de la joven una vez que el alcohol corrió por sus venas, algo que sucedía habitualmente. "Prefiero que me ahorquen a casarme con esa chicha" fue una de las frases que se le atribuyeron la fatídica noche.
Verdad o no, este nuevo desplante solo empeoró su ya delicada situación. Tras un partido de preparación para el Mundial, Streltsov y sus compañeros de equipo fueron invitados a una fiesta en la que se vertió el alcohol suficiente como para que a la mañana siguiente se le pudiera acusar de violar a la joven Marina Lebedeva, otra de las chicas que solían acompañarle. Las endebles pruebas y acusaciones que se presentaron contra él dejaron entrever que todo había sido orquestado por el gobierno soviético en venganza de sus constantes negativas. Ni tan siquiera la petición del seleccionador ruso para que le dejaran en libertad sirvió para revocar la decisión del tribunal. Streltsov fue encarcelado pese a que negó en repetidas ocasiones haber cometido el crimen. Sin embargo, la trama que se urdió contra él aún no había terminado.

Tras su encarcelamiento a los 20 años de edad (1957), Streltsov recibió una peligrosa oferta del gobierno soviético: si confesaba, podría disputar el Mundial de Suecia de 1958. Streltsov se autoinculpó y acto seguido fue condenado a doce años de trabajos forzados en el Gulag, una muerte en vida debido a las miserables condiciones que allí tenían que soportarse. Tal fue la repercusión de esta noticia que para cuando llegó el Mundial, los analistas europeos consideraron que dos equipos llegaban muy mermados a la competición: Inglaterra, tras perder a sus integrantes del Manchester United en el accidente áreo de Munich, y la URSS, que había decidido no contar con Streltsov. Así que, mientras la estrella se pudría en el Gulag, la URSS protagonizaba una discreta actuación en el torneo: perdió en la fase de grupos contra el Brasil de Pelé y Garrincha (que posteriomente arrasaría en el torneo) y fue eliminada por la anfitriona en los cuartos de final.
Durante los años que estuvo en prisión, las protestas de los hinchas del Torpedo se sucedieron, pidiendo la liberación de su ídolo. Finalmente tras 5 años, Streltsov fue puesto en liberad, pero nunca volvió a ser el mismo. “Aquellos cinco años en el Gulag le cambiaron profundamente”, explica Iaria, el autor italiano que compuso su biografía. “Antes era una chico radiante, a veces arrogante, al que no le importaban las buenas maneras. Con aquel look, con el pelo a lo teddy boy estaba muy lejos de la imagen severa del joven soviético. Parecía un chico de Londres o Nueva York. Tras el Gulag, sus noches de alcohol se redujeron notablemente… En resumen, fue domesticado por el régimen”  Es cierto que tras reincoporarse a las filas del Torpedo y de la Selección volvió a acumular títulos individuales: se convirtió en el cuarto máximo goleador del combinado nacional con 25 tantos en 38 partidos y obtuvo una Liga y una Copa en las filas de su equipo, lo que le permitió ser nombrado como mejor futbolista soviético en 1967 y 1968. Sin embargo, cargar troncos a 40 grados bajo cero, trabajar en la transformación nuclear del uranio o desfallecer en las minas dejó una huella imborrable en él que le acompañó hasta su muerte en 1990 como consecuencia de un cáncer de pulmón.

El deporte se convirtió en una forma más de demostrar la supremacía de la URSS sobre el resto de los países, y los deportistas un mero instrumento educador de las generaciones más jóvenes. Por eso, figuras como las de Streltsov, que de una forma u otra vivían conforme a un estilo occidental, constituían un peligro para la maquinaria soviética. En el caso del delantero, no hizo ni siquiera falta que se declarase abiertamente anticomunista; sus taconazos, sus fiestas y sus maneras de Casanova, más parecidas a una estrella de Hollywood que a un "soldado" de la URSS, sonaban como notas discordantes con las rígidas maneras impuestas por el gobierno de Stalin. Y esto tan solo podía tener dos finales: aceptar las imposiciones de sus superiores, o acabar desterrado en el frío Gulag. Por desgracia, una vez más, la política se impuso al deporte.

Rosario Central V Newells. Diciembre de 1971.

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Morir después de la victoria, morir de alegría, morir en la popular. La historia del viejo Casale.


Sí yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero había  que estar esos días en Rosario para entenderlo.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo “esos días”! ¡Desde semanas antes ya se venía hablando, del partido y la ciudad era una caldera, porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando en  a los gritos y después ahora te salen con que son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas? Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte. Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con las cábalas. O mejor dicho, de los maleficios.
—Hay que entender que no era un partido cualquiera, hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra! ¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale! ¿No se acuerdan esos cómo estaban los lepra? ¿No se acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija, pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo nos iban a hacer la colita sino que además nos iban a meter cinco, en el Monumental y para la televisión. ¡Pero por qué no se van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culos roto! ¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío.
Hay que reconocerlo. Porque jugaban que daba gusto, el buen toque y te abrochaban bien abrochado. Estaba Zanabria, el Marito Zanabria; el Mono Obberti ¡Dios querido, el Mono Obberti, qué jugador! Silva el que era de Lanús, el albañil. ¡Montes! Montes de cinco; Santamaría el Cucurucho Santamaría, qué sé yo, era un equipazo, un equipazo hay que reconocer, y la lepra se corría una fija. ¿Sabés cuántos había en la ruta a Buenos Aires, el día del partido? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro locos y de golpe, para ese partido, aparecieron como hormigas los desgraciados. Todos fueron. ¡Lo que era esa ruta, papito querido! Entonces, oíme, había que recurrir a cualquier cosa. Hay partidos que no podés perder, tenés que ganar o ganar.  Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que había que hacer cagar al presidente Kennedy, me daba lo mismo, hermano. Hay partidos que no se pueden perder. ¿Y qué? ¿Te vas a dejar basurear por estos soretes para que te refrieguen después la bandera por la jeta toda la vida? No, mi viejo. Entonces, ahí, hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pariente enfermo ¿viste? tu vieja, por ejemplo, que por ahí sos capaz hasta de ir a la iglesia ¿viste? Y te digo, yo esa vez no fui a la iglesia, no fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos, que si no... te aseguro que me confesaba y todo si servía para algo. Pero con los muchachos enganchamos con la cuestión de las brujerías, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Ñubel y de todas esas cosas que siempre se habla. Por supuesto que todas las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con camiseta de Ñubel clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja que no manya mucho del asunto tenía un pañuelo atado desde hacía como diez días, de ésos de “Pilato, Pilato, si no gana Central en River no te desato”. Después la vieja decía que habíamos ganado por ella, pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale, pero yo le decía que sí para no desilusionarla a la vieja.
Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran, qué sé yo, cosas muy generales, ya había tipos que lo estaban haciendo y además, el partido era en el Monumental y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con treinta cadenas y no te saca ni Dios después, hermano. Entonces, me acuerdo que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso. Entonces, por ejemplo, resolvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata en un partido contra Estudiantes y que habíamos ganado dos a cero. Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése.El Coqui iba a ir con el reloj cambiando de lugar, o sea en la muñeca derecha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos. o sea, todo el mundo repasó todas las cábalas posibles como para ir bien de bien y no dejar ningún detalle suelto. te digo más, estuvimos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta para pararnos de la misma manera en el partido contra la lepra el boludo de michi decía que él había estado detrás del Valija y el Miguelito porfiaba que el que había estado detrás del Valija era él. Mirá vos, hasta eso estudiamos antes del partido, para que veas cómo venía la mano en esos días. ¿Y sabés qué te lleva a eso, hermano, sabés qué te lleva a eso? El cagazo, hermano, el cagazo, el cagazo te lleva a hacer cualquier cosa, como lo que hicimos con el viejo Casale.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida, nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo, nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro, no podíamos volver nunca más acá. Íbamos a perecer

esos refugiados camboyanos que se tomaron el piro en una balsa. Te juro que si perdíamos nosotros agarrábamos el “Ciudad de Rosario” y por acá, por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de canallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre, pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos, mí viejo. Ya el Miguelito había dicho bien claro que él se la daba, que si perdíamos agarraba y se volaba la sabiola y te digo que el Miguelito es capaz de eso y mucho más porque es loco el Miguelito, así que había que creerle.  Pero, te digo, nadie quería ni siquiera sentir hablar de esa Posibilidad. Ni se nombraba la palabra “derrota”.

 Y ahí fue cuando sale a relucir lo del viejo Casale. El viejo Casale era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche y que durante años vino a la cancha con nosotros pero que ya para ese entonces se había ido a vivir al norte, a Salta creo, lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos de que un día, en la casa del Cabezón, el viejo había dicho que él nunca, pero nunca, lo había visto perder a Central contra Ñul. Me acuerdo que nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio vos te preguntas, “¿Cómo carajo hizo este tipo para no verlo perder nunca a Central contra Ñul? ¿Qué mierda hizo? Este coso no va nunca a la cancha”. Porque, oíme alguna vez lo tuviste que ver perder, a menos que no vayás a los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así, que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en Arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la puta vida. Y me acuerdo que le preguntarlos eso al viejo y el viejo nos dijo que no, y nos explicó. El iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones —el viejo era comisionista—; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano— que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el viejo Casale era uno de éstos.

Entonces ahí nos dijimos “Este viejo tiene que estar en el Monumental contra Ñubel. No puede ser de otra forma. Tiene que estar”... Claro, dijimos, seguro que va a estar, si es fana de Central, canalla a muerte. Pero nos agarró como la duda viste? porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo, te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver ni en la cancha, ni en la calle ni en ninguna parte. Además, el viejo ya estaba bastante veterano porque debía tener como ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus sesenta, sesenta y cinco años los tenía por debajo de las patas.
Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito decimos “vamos a la casa del viejo a asegurarnos que va y si no va lo llevamos atado”. Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera dinero, qué sé yo. Nosotros ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, una kermesse, cualquier cosa. El viejo tenía que ir, era una bandera, un cheque al portador.
La cuestión es que vamos a la casa y... ¿a qué no sabés con lo que nos sale el viejo? Que andaba mal del cora y que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha, mirá vos. Nos sale con eso. Que no. Que había tenido un infarto en no sé qué partido, en un partido de mierda después que una pelota pegó en un palo, que había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore, que no había clavado la guampa de puro pedo y que le había quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a la cancha desde hacía ya, mirá lo que te digo, dos años.
¡Hacía dos años que no iba a la cancha el viejo ese! Y no era sólo que él no quería ir sino que el médico y, por supuesto, la familia, le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, no sé si no se lo prohibían, para que no le pateara el coure, porque parece que el viejo escuchaba algo demasiado fuerte y se moría, tan jodido andaba. Vos le hacías ¡Uh! en la cara y el viejo partía. ¡Para qué! Te imaginás nosotros, la desesperación, porque eso era como un presagio, un anuncio del infierno, hermano, era un preanuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires, mi viejo. Entonces empezamos a tratar de hacerle la croqueta al viejo, a convencerlo, a decirle “Pero mire, don Casale, usted tiene que estar, es una cita de honor. ¡Qué va a estar mal usted del cuore, si se lo ve cero kilómetro! Vamos, don Casale —me acuerdo que lo jodía Miguelito— ¿cuántos polvos se echa por día? usted está hecho un toro”. Pero el viejo, ni mierda, en la suya. Que no y que no.
Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Ñubel tenía un equipo de mierda y que ya a los quince minutos íbamos a estar tres a cero arriba, que el partido era una mera formalidad, que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé, no sé la cantidad de boludeces que le dijimos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada, una piedra el hijo de puta. Para colmo ya habían empezado a rondar la mujer del viejo, madre del Cabezón, y una hermana del Cabezón, que querían saber qué carajo queríamos decirle nosotros al vicio en esa reunión, porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno. En resumen que el viejo nos dijo que no, que ni loco, que ni siquiera sabía si iba apoder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aun sin escucharlo. Porque el viejo los diarios los leía, tan boludo no era, y sabía cómo venía la mano, cómo era la cosa, cómo formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo más. “Ese día —nos dijo— bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los ómnibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío que vive en Villa Diego”. No quería escuchar ni los bocinazos el viejo. “Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a mi hermano le importa un sorete el fútbol, y me paso el día ahí, sin escuchar radio ni nada”. Porque el viejo decía y tenía razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír, pobre desgraciado, y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar en la quinta de ese hermano que tenía, para borrarse del asunto.
Muy bien, muy bien. Te digo que salimos de allí hechos bosta porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi era ya un dato seguro como para decir que éramos boleta. Para colmo, al Valija, el día anterior le había caído una tía del campo y él se acordaba que, en un partido que perdimos con San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía.
Fue cuando decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos muy seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad, que el viejo se nos iba a morir en el viaje, o en la cancha, y después se iba a armar un quilombo que íbamos a terminar todos en cana y que, además, eso sería casi un asesinato. Pero al Dani mucha bola no le dimos porque ha sido siempre un exagerado y más que un exagerado, medio cagón el Dani. Pero nosotros estábamos bien decididos y más que nada por una cosa que dijo el Valija: el viejo estaba diez puntos. Había tenido un infarto, es cierto. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto y vos los ves caminando tranquilamente por la lleca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pelotudo, con eso de meterse adentro de un ropero, o no ir a la cancha, o dejar que te rigoree la familia como la esposa y la otra, la hermana del Cabezón. Por otra parte, y vos lo sabés, los médicos son unos turros pero unos turros que se ve que lo querían hacer durar al viejo mil años para sacarle guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además, como decía el Miguelito y eso era cierto, vos lo veías al viejo y estaba fenómeno. Con casi sesenta años no te digo que parecía un pendejo pero andaba lo más bien. Caminaba, hablaba, se sentaba, qué sé yo, se movía. ¡Chupaba! Porque a nosotros nos convidó con Cinzano y el viejo se mandó su medidita, no te digo un vasazo pero su medidita se mandó. La cosa es que el Miguelito elaboró una teoría que te digo, aún hoy, no me parece descabellada. ¡El viejo era un curro, hermano! Un turrazo que especulaba con el problema del corazón para pasarla bien y no laburarla nunca más en la vida de Dios. Con la excusa del coure no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey y —la tenía a la vieja y a la hermana del Cabezón pendientes de él —viviendo como un bacan, el viejo. Y... ¿de qué se privaba? De algún faso; que no sé si no fasearía escondido; y de no ir a—la cancha. Fijate vos, eso era todo. Y vivía como Carolina de Mónaco el otario. Bueno, con ese argumento y lo que dijo el Colorado se resolvió todo. 
El Colorado nos habló de los grandes ideales, de nuestra misión frente a la sociedad, de nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los niños. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de niños iban a sufrir las consecuencias. Que, para nosotros y eso era verdad, iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos jugados, que habíamos tenido lo nuestro y que, de últimas, teníamos experiencias en malos ratos y fulerías. Pero los pibes, los pendejitos de Central, ésos, iban a tener de por vida una marca en sus vidas que los iba a marcar para siempre, como un fierro caliente. Que las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela, los iban a destrozar, les iban a pudrir el bocho para siempre, iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa, disminuidos ante los leprosos, temerosos de salir a la calle o mostrarse en público. Y eso es verdad, hermano, porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo.
Yo me acuerdo cuándo perdimos cinco a tres con la lepra en el Parque después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el Colorado Bertoldi, que todavía se estará gastando la plata, y te juro que yo por una semana no me pude levantar de la cama porque no me atrevía a ir a la escuela para no bancarme la cargada de los lepra. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son muy crueles. ¿No viste cómo descuartizan bichos, que agarran una langosta y le sacan todas las patas? Son unos hijos de puta los pibes en ese sentido. Y lo que decía el Colorado era verdad. Ahora todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno, hermano, eso era algo así como lo de la deuda externa, que por la cagada de cuatro reverendos hijos de puta que empeñaron el país, la tenemos que pagar todos y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido. Además, como decía el Colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos futbolistas, está también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo y se hacen hinchas de ese equipo, son así, casquivanos. Son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Ñubel y... ¡a la mierda! ... de ahí en más todos los pibes se hacían de Ñubel, ponele la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, conversarlos, hablarles del Gitano Juárez o el Flaco Menotti, ni comprarles la camiseta de Central apenas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así. Y en ese momento no era como ahora que, mal que mal, vos los llevás al Gigante y los pibes se caen de culo. Entonces, cuando van al chiquero del Parque, por mejor equipo que pueda tener Ñul, los pibes piensan “Yo no puedo ser hincha de esta villa miseria” y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos y vos ves que ahora los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Ñul y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época, los pendejos son más materialistas, yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Entonces la cosa estaba clara, había que secuestrar al viejo Casale, o sino aguantarse que quince, veinte años depués, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de lepra sos nacidos después de ese partido.
El que organizó la “Operación Eichmann”, como lo llamamos, fue el Colorado. La llamamos así por ese general aleman, el torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos ¿viste? y lo nuestro era más o menos lo mismo. El Colorado es un tipo muy cerebral, que le carbura muy bien el bocho y él organizó todo. El Colorado ya no estaba par ese entonces en la O.C.A.L.. La O.C.A.L., no sé si sabés es una organización de acá, de Rosario, que se llama así porque son iniciales, O.C.A.L “Organización Canalla Anti Lepra”. Son un grupo de ñatos como el Ku-Klux-Klan, más o menos, que se reúnen en reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones, o si queman algún leproso vivo en cada reunión. Mirá yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro seguro, lo que tenés que hacer es odiar a los lepra. Tenés que odiar más a los lepra que lo que querés a Central.
Hacen reuniones, escriben el libro de actas, piensar maldades contra los lepra, festejan fechas patrias de partidos que les hemos ganado, tienen himnos, son como esos tipos los masones esos, que nadie sabe quiénes son. Andan con antorchas. Bueno, de la O.C.A.L., de la O.C.A.L. al Colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo pero es un bocho el Colorado y él fue el que organizó todo el operativo.
Y te la cuento porque es linda, te la cuento porque es linda, no sé si un día de estos no aparece en el “Selecciones” y todo. Averiguamos qué ómnibus iba para Villa Diego, adonde tenía la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al mil cuatro cientos, lo único que lo dejaba en ese entonces, si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis-Paraguay o San Luis-Corrientes, no más allá de eso a menos que fuera muy pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño que no sé para qué mierda iba a hacer eso. Ahora, la. duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus o en auto, porque si se iba en auto nos recagaba, pero nos jugábamos a que se iba a ir en ómnibus porque auto no tenía y seguro que el hermano tampoco tenía porque debía ser un muerto de hambre como él, seguramente. Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien temprano para no infartarse con las bocinas o sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestra para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego porque después ¿cómo llegábamos nosotros a Buenos Aires para la hora del partido con el quilombo que era la ruta y en un ómnibus de línea? Lo más probable es que nos hiciéramos pelota en el camino por ir a los pedos. Y por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires o sea que la cosa estaba clavada, era posta posta.
Después hubo que hablar con los otros muchachos, porque convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo y, además, le contamos los entretelones del asunto. Te digo que el Colora manejó la cosa como un capo, un maestro. El asunto era así, el Rulo es un fana amigo de Central que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches en la línea 305. Fue un ojete así de grande, porque si no teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, qué sé yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305 y con uno de ésos ya tenía pensado pirarse para el Monumental el día del partido y más bien que se llevaba como mil monos que también iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los parió, no iba a perderse el partido ese.
Entonces, el Rulo, con los monos arriba Y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha, por España, estacionado. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en un boliche de ahí cerca desde donde veían la puerta de la casa del viejo Casale. Creo que a las cinco, nomás, de la mañana, ya estaba el Miguelito apostado en el boliche haciéndose el boludo y junando para la casa del viejo. Te juro que ni Los Tupamaros hubieran hecho un operativo como ése, hermano. Fue una maravilla.
Apenas vio que salía el viejo con una canastita donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso, el pobre viejo, el Miguelito cazó una Vespa que tenía en ese entonces, dio la vuelta a la manzana y nos avisó. Cargó la moto en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.
Ya les habíamos dicho a tres o cuatro pendejos, de esos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sotas, que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el viejo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dormido, incluso con la cara tapada con algún pulover, como si nos jodiera la luz, o con algún piloto.
Te digo que el día había amanecido frío y lluvioso, como la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además, el quilombo había sido guardar y esconder todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso. Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta que medía 52 metros ¡52 metros, loco! Media cuadra de bandera que decía “Empalme Graneros presente” y tuvimos que meterla debajo de un asiento para que el viejardo no la viera.
La cosa es que el viejo subió medio dormido y se sentó en uno de los asientos de adelante que ya habíamos dejado libre a propósito para que no viera mucho del ómnibus. Rulo le cobró boleto y todo. Y nadie se hablaba como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo. Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza como diciendo “¡Mirá vos!”.
Se ve que tenía unas ganas de hablar pero nadie quería darle mucha bola para no pisarse en una de ésas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían tirado un gas adentro de ese ómnibus hermano. Pero, cuando llegamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo “En la esquina, jefe.”. Y yo no sé qué le dijo el Rulo, algo de que ahí no se podía parar, que estaba cerrado el tráfico, que había que seguir un poco más adelante y el viejo se la comió, pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, por supuesto, de nuevo el viejo, “En la esquina”. Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí, hermano... ¡vos no sabés lo que fue eso! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado. Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas y las banderas por la ventana, y a los gritos, hermano, “¡Soy canalla, soy canalla!” por las ventanas.
Pero no para el lado del viejo, el pobre viejo, que la cara que puso no te la puedo describir con palabras, sino para afuera, porque los grones, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí sin gritar ni armar quilombo para no deschavarse con el viejo, pero cuando llegó el momento agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos y golpear las chapas del costado del ómnibus y también el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina.
 De golpe se transfonnó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos, cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban los puños, por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la carita que puso. Porque nosotros lo estábamos mirando porque decíamos: éste es el momento crucial. Ahí el viejo o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de asco, además con un viejo.
Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio, nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables, unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una,verguenza, qué sé yo todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto, que estaba hecho un toro, que si se había bancado la sorpresa del ómnibus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico estaba implicado en la cosa.
Mirá hermano, y creéme porque es la pura verdad ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy? mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese viejo era el más feliz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud de mis lujos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la hinchada, un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu y se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se bancó el partido. Estaba verde, eso si, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un grandote en musculoso casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Qué si nos empataban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refocilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar! Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco Menotti que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me, gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos; “¡qué importa!” ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.

Por: Roberto Fontanarrosa.

Salernitana Vs Nocerina. El infierno de Salerno

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Un conjunto de aficionados radicales de la Nocerina lo hizo todo para sentirse ganador; incluso si ese 'todo' requería pasar por encima de su propio equipo.


Un centenar de aficionados bajaban con los brazos en alto por las calles de la pequeña ciudad. Gritos, cánticos y bufandas al viento. Todos ellos varones de planta intimidante al que pocos se atreverían a desafiar. Nocera, población italiana situada a escasos kilómetros de Nápoles, asistía atónita al espectáculo. En la Plaza Díaz acabó la ruta del grupo. Y allí, sin dejar que el vendaval de agua que estaba cayendo obstruyese sus propósitos, entonaron por última vez el lema del día: “¡La vittoria è nostra! ¡Forza Nocerina!”. Cualquiera podría pensar que esos ultras se habían reunido para celebrar la consecución de un campeonato regional o el ascenso a una categoría mejor. Quizás un triunfo en un partido trascendente. Pero no era nada de eso. Fue el último capítulo de una jornada esperpéntica. El final de un día en el que un conjunto de aficionados radicales lo hizo todo para sentirse ganador; incluso si ese ‘todo’ requería pasar por encima de su propio equipo.
Volvamos atrás para encontrar el germen de la catástrofe. 10 de noviembre de 2013. Sale el sol en la provincia de Salerno. Se prevén emociones fuertes. 25 años después, Salernitana y Nocerina, representantes de las dos ciudades más importantes de la zona, vuelven a protagonizar un ‘derbi’ por todo lo alto. Poco importa que el marco del envite se sitúe en las catacumbas del fútbol transalpino. El partido corresponde a la onceava jornada de la Lega Pro (equivalente a la tercera categoría italiana). La FIGC (Federación Italiana de Fútbol) se arrepentirá horas más tarde de no haber hecho caso a las peticiones del presidente de la Salernitana, que éste mismo verano pidió que ambos conjuntos no fueran relegados al mismo grupo. “Es como si juntáramos a palestinos e israelíes en un solo escenario”, argumentó entonces. No hubo respuesta institucional. Y el alto cargo tuvo que saciar sus inquietudes desatendidas anunciando la prohibición de entrada de los aficionados de Nocera a su estadio. Esa decisión encendió la mecha. Ya sólo quedaba esperar la terrible evolución de los acontecimientos.

Los ultras de la Nocerina, al enterarse de la prohibición de acceso al partido, se juntaron para acordar cómo defender sus intereses. Sabían que enviando comunicados y difundiendo malestar no conseguirían nada. Sólo algo de ruido, que se achicaría de golpe al empezar un partido que ellos no podrían vivir en primera persona. Además, esos comportamientos no eran propios de un aficionado tal y como ellos lo entienden. Había que ir al límite. Así pues, según la prensa italiana, un iluminado saltó a la palestra con una idea: convencer a su propio equipo de que renunciara a jugar el partido para defender a su afición. ¿Y cómo conseguirlo? Pues amenazando a sus propios jugadores. El plan cuajó, y el colectivo que creyó en la propuesta se puso manos a la obra. Acompañaron el autocar del equipo en su partida hacia Salerno, pero de una forma muy distinta a la rutinaria. Lo aporrearon y desplegaron pancartas desafiantes. O actuaban en defensa del aficionado del club, o habría represalias. Los jugadores empezaron a incomodarse ante todo aquello. Luego, como afirman las mismas fuentes, llegarían las amenazas de muerte. En otro contexto, quizás hubiera sido más fácil quitarle hierro al asunto. Pero es indudable que hoy en día Nápoles y sus aledaños siguen teniendo muy presente la huella de la camorra. Así que quien reside allí, sabe que ese no es lugar para tomarse las amenazas a la ligera.
Un conjunto de aficionados radicales de la Nocerina lo hizo todo para sentirse ganador; incluso si ese ‘todo’ requería pasar por encima de su propio equipo
La presión externa acabó surgiendo efecto. En sus prolegómenos, la opción de renunciar al partido ya era contemplada como algo más que una simple posibilidad para los miembros de la expedición visitante. Aun así, tras un buen rato de diálogo, las fuerzas de seguridad y el cuadro arbitral consiguieron convencer a la Nocerina para que iniciara el encuentro. O eso creían ellos. Cuando saltaron al tapete, los jugadores tomaron consciencia de la que se les podía venir encima. Sobrevolando el estadio se cruzaban una avioneta con el lema “Rispetto por Nocera e cli ultras” (alquilada por los propios radicales) y un helicóptero de la policía. Eso ya no era una tontería de cuatro energúmenos; el terreno de juego desprendía tensión por los cuatro costados. A la que el balón empezó a rodar, se inició un festival de despropósitos. Antes del primer minuto de juego, la Nocerina ya había agotado los tres cambios por sendas lesiones. Y a medida que avanzaba el partido, iban renunciando otros. Algunos aprovechaban cualquier roce para caer fulminados. También los hubo que se tiraban al suelo sin más justificación que el supuesto dolor físico que les impedía seguir jugando. Así fue todo hasta que acabaron con sólo seis jugadores sobre el campo. 21 minutos disputados y fin del circo del absurdo. Normativa en mano, el colegiado se veía obligado a suspender el encuentro debido a falta de efectivos suficientes en uno de los dos bandos.
POCAS LUCES
“Además de los tres puntos perdidos, este capítulo va a acarrear duras sanciones para jugadores y directivos de la Nocerina”, dictó la FIGC minutos después de la cancelación del evento. Más tarde,Antonio De Iesu, jefe de la policía local de Salerno, confirmó que los jugadores habían recibido amenazas directas y explícitas momentos antes del partido. La intervención de las autoridades se saldó finalmente con 22 personas denunciadas por violencia agravada y la apertura de expediente a 23 para prohibir su acceso a los campos de campos de fútbol de forma indefinida. Aun así, es difícil creer que estas sanciones sean equivalentes al número de responsables del desastre. La poca colaboración con la justicia de los involucrados o la disparidad de sus puntos de vista sobre lo sucedido, impiden saber a ciencia exacta quién hizo qué y porqué lo hizo. La desconcertante reacción del club afectado da fe de ello.

Los judadores de la Nocerina caían lesionados uno tras otro
Al ser preguntado por la prensa, Luigi Paverese, director deportivo de la Nocerina, justificó las lesiones de sus jugadores a que no habían tenido tiempo suficiente para realizar la sesión de calentamiento previa al partido. Él mismo, junto al entrenador (Gaetano Auteri) y algunos miembros de la directiva, presentaría su renuncia al puesto horas después. Ésta no fue aceptada por el club, que decidió no dar una explicación lógica a cambio. “Apagón informativo hasta nuevo aviso”. Única filtración del estamento oficial. Mucho lío y pocas luces.
También hay algunos que apuntan a que las amenazas podrían no ser cosa simplemente de un grupo de aficionados cabreados con ganas de que su equipo diera la cara por ellos. Detrás del embrollo podrían haber intereses más grandes. En la lista de acusados, por ejemplo, figura Pino Alfano, concejal de Nocera encargado de ámbitos deportivos y fundador del grupo ultra EAM (Extraños a la Masa), al que se le vio entre el colectivo que celebró más tarde la cancelación del encuentro en la Plaza Díaz. “No somos criminales, solo ultras enamorados de nuestra pasión”, dijo Alfano en su defensa. Por otra parte, desde el colectivo de aficionados de Nocera, se atribuye el caso a una conspiración de los medios de comunicación que pretende acabar con su existencia. Incluso el alcalde de la ciudad no se ha posicionado claramente en el asunto, argumentando que todavía es posible creer que los jugadores simplemente emprendieran “una acción solidaria”.
“Hay que tener en cuenta que no estamos frente a un caso aislado”, se encargó de recordarDamiano Tommasi, titular del sindicato de futbolistas italianos. Pese a no tener desenlaces mucho más clarividentes que el que promete tener el presente, sigue muy vivo el recuerdo de algunos otros fenómenos parecidos que han surgido estos últimos años. En 2009, los futbolistas de la Juve Stabia, otro equipo de categoría regional, fueron azotados con los cinturones de algunos de sus propios aficionados al perder un partido. Y en Ascoli, este mismo curso, el equipo se encontró once cruces plantadas en el césped cuando saltó para ejercitarse en un entrenamiento. Y esto son solo un par de muestras entre muchas otras.

El sol se fue en Nocera y, con él, también se retiraron los últimos fieles que habían resistido hasta el último momento celebrando la “gesta” de su equipo en la Plaza Díaz. La lluvia siguió cayendo con insistencia. Hasta que se hizo el silencio. El mismo que aparece siempre los días siguientes a los escándalos descritos. Italia y su fútbol luchan para dejar atrás la violencia en sus estadios. Llevan mucho tiempo inmersos en la lucha. Pero, desgraciadamente, desde hace dos semanas han tenido que sumar otro capítulo a su negro historial.

Fuente: Panenka.org
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